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César Febres-Cordero: ¿Quién celebra el 9 de Octubre?

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Quienes estaban adentro no están exentos de culpa

Las tradiciones que no se alimentan de la convicción popular se convierten en ritos patéticos, llenos de mociones repetidas por gente que no recuerda su significado. Así es con las fiestas cívicas en el Ecuador. Mientras que desde los balcones de México hasta las plazas de Chile las conmemoraciones patrias se mantienen vivas con la participación del pueblo, en nuestro país crece la brecha entre la rimbombancia de los eventos oficiales y el desafecto general.

Algunos no se extrañarán. Dicen que los ecuatorianos solo nos unimos para alentar a la selección. Otros sostienen que el Ecuador en realidad es una ficción impuesta sobre provincias que se sentían independientes o que se identificaban con Lima y Bogotá. Algo de verdad hay en eso.

Sin embargo, si la tesis regionalista fuera cierta, el fervor patrio se vería reflejado en lo local, pero no es así. En Quito y Cuenca, sus fiestas se han vuelto una juerga sin relación con los eventos que conmemoran, cosa que un incauto no podría adivinar que celebran la fundación de una y la independencia de la otra.

En Guayaquil ni una fiesta podemos armar. Nos quejamos de que no hay nada que hacer y huimos a la playa. Ante esto, es el deber de la élite política devolverle la vitalidad a nuestras fiestas, pero este 9 de Octubre vimos como ya ni eso podemos esperar.

Daniel Noboa, temiendo una emboscada o queriendo distanciarse del resto de los políticos, no aceptó atender la sesión solemne. Estaba en su derecho, pero su respuesta fue un insulto para la ciudad. Montando un mitin frente al evento, con su tarima le dio la espalda a Bolívar y San Martín y se burló de los representantes del pueblo en el cuerpo edilicio, además de los homenajeados.

Quienes estaban adentro no están exentos de culpa. Como en la administración anterior, un podio fue el centro de un evento que originalmente fuera una sesión del Concejo Cantonal. En cambio, los concejales fueron sentados detrás de autoridades ajenas e incluso de la candidata Luisa González.

Esta administración de ímpetu renovador bien haría en restaurar al Concejo su espacio original, así pataleen los asesores de imagen y los consultores políticos.