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Escándalo: ¿ella o él?

Avatar del Catrina Tala

El consentimiento está viciado o ausente, así sea su pareja, esposo, amante, novio o mejor amigo

Hablemos de Salinas. Sí, de ese video viral que enloqueció a todos. Hablemos también del foco que se le ha puesto a ese video. “Qué asco, qué degradación moral, es una puta, ella se lo buscó, ella lo provoca, estamos de mal en peor”, se escucha y se lee.

Pero todos los ojos y los juicios son sobre ella, y ningún cuestionamiento cae sobre él.

Usted se preguntará cómo se puede hablar de abuso en una escena en la que solo parece haber descontrol. Hoy quiero decirle que sí hay abuso: una mujer alcoholizada no da consentimientos válidos.

El consentimiento está viciado o ausente, así sea su pareja, esposo, amante, novio o mejor amigo. Y esa ambigüedad en el consentimiento debe ser un no clarísimo para los hombres.

Ahora me dirán, “ella se lo buscó, ella también quiso, ella estaba feliz, ahí estaban sus amigas, ¿por qué lo haría?”.

Hemos normalizado que los hombres dispongan de nuestros cuerpos, más aún cuando somos sus parejas. Es probable que no haya denuncia, es probable que ella no se acuerde, es aún más probable que solo recordemos el episodio como una exceso más del carnaval, pero sería bueno que empecemos a cuestionarnos cuál es la situación real detrás del escándalo.

La ventaja de la situación la tomó el hombre. De él nadie habla, a él no se lo señala, de él no estamos asqueados, porque todavía nos falta mucho para entender que él es quien toma la iniciativa y hace la diferencia, es él quien evidentemente muestra su ‘poder’ sobre ella, por este machismo que nos hace suponer como natural que un hombre “aproveche una oportunidad”.

La situación es horrible, sí. La escena es sórdida, pero reflexionemos: ¿qué fue lo que más lo escandalizó? ¿La mujer casi desnuda? ¿Su cuerpo y su actitud diferente a los de los estereotipos? ¿El hombre que llevaba la situación? ¿La gente celebrando y grabando alrededor? ¿La publicación de ese video? ¿Que las autoridades solo cambiaran al gobernador? ¿Que nadie hable de una agresión sexual? ¿O darnos cuenta, mal y tarde, de que los veredictos que hacemos como espectadores también son parte del problema?