Columnas

Revolucionarios de a perro

Sus presentes admiradores en cambio son unos niñitos que juegan a la guerrilla, incapaces de responder por sus acciones. Revolucionarios de a perro.

Casi seis años después del triunfo de la revolución cubana, el Che abandonó la comodidad del poder para volverse a vestir de guerrillero e intentar replicar su proyecto en todo el continente. Fue asesinado a sangre fría en 1966, un día después de que el ejército boliviano lo capturara. Guevara murió en su ley. Este autor respeta a quien tuvo el valor de vivir con base en sus convicciones y sostenerlas hasta la muerte. Simpatizantes o no, nadie puede negar que el Che fue un revolucionario consecuente. Quienes hoy en cambio visten su camiseta, usan su nombre o dicen inspirarse en su lucha, son unos revolucionarios de a perro.

¿Que no? Veamos.

Leonidas Iza es expreso en su libro Estallido. En él desarrolla su visión marxista, afirma que la democracia es un sistema de las élites y sentencia: “comunismo indoamericano o barbarie”. Pero cuando las fuerzas del Estado lo detienen provocando la barbarie que prometió, Leonidas se transforma en perseguido político, un humilde campesino al que los chapas le cayeron cuando estaba inocentemente cruzando la calle.

Otro caso: los autodenominados guevaristas. Según investigaciones policiales y evidencia que personalmente he podido verificar, engañaron a campesinos pobres para ser reclutados por una disidencia de las FARC. Cuando el juez -ante la abrumadora evidencia- dictaminó prisión preventiva, los guevaristas se transformaron en intelectuales que no han cometido ningún otro pecado que no sea leer un libro. Hoy, felices, modelan la etiqueta de perseguidos políticos.  

Podríamos citar cientos de ejemplos de personajes que en la modernidad juegan a la revolución y cuando son descubiertos en acciones subversivas, lloran. ¿Imagina usted lector al Che Guevara en la selva boliviana rogándole al oficial del ejército que por favor le deje ir, que él no ha sido, que el fusil estaba ahí no más? El Che fue un adulto que vivió y murió asumiendo las consecuencias de sus actos.

Sus presentes admiradores en cambio son unos niñitos que juegan a la guerrilla, incapaces de responder por sus acciones. Revolucionarios de a perro.