Beatriz Bencomo | La mitad no existe
Resulta que la mitad sí existe: es la conciencia de lo que atravesamos
“La mitad no existe”, escuché en televisión hace unos días. Y aquí estamos, divididos en SÍ o NO. Aunque la verdad es más simple, decía el analista: todos queremos lo mismo. Calles seguras. Hospitales que funcionen. Trabajo. Vivimos en un país con la mitad del mundo dibujada en su geografía, pero sin capacidad de reconocer ese centro común. ¿Por qué?
No es solo por convicción ideológica. Es porque algo cambió en cómo procesamos la realidad misma. Y ese cambio es global. Un lector me regaló el concepto que explica esto: desplazamiento cognitivo. Cada vez que cambia cómo nos comunicamos, cambia cómo pensamos.
Cuando Sócrates se opuso a la escritura, tenía razón: mataría la memoria viva. Los griegos memorizaban miles de versos; hoy apenas uno. San Ambrosio leyendo en silencio dejó perplejo a San Agustín -la lectura había sido comunitaria-. Ese cambio creó el espacio interior privado. En 1960, quienes escucharon el debate Kennedy-Nixon en radio pensaron que ganó Nixon; en TV pensaron que ganó Kennedy. La imagen venció al argumento.
Todo desplazamiento sigue el mismo patrón: cambia la tecnología, cambia la mente. Ganamos algo, perdemos algo. Lo distinto hoy es la velocidad: antes pasaban siglos, ahora apenas años.
Byung-Chul Han, Premio Princesa de Asturias, resume: del orden vertical de valores pasamos al horizontal del consumo y la información. La polarización pasó de lenta y local a instantánea, global, algorítmica. Discrepamos más rápido, más simple, más binario.
La mitad que desapareció no es el acuerdo. Es la capacidad cognitiva de habitar la complejidad. La mitad no es solo un espacio político a recuperar. Es un lugar mental, cultural y ético donde aún podemos reconocernos.
Resulta que la mitad sí existe: es la conciencia de lo que atravesamos. Es la lucidez de preservar la capacidad de pensar en matices -esa es la mitad que podemos escoger mientras votamos SÍ por aprender a confiar en nosotros mismos.