Cartas de lectores

Isla Santay: misterios

Aparentemente no le interesa reparar el ecosendero, lo que se puede impulsar con un acuerdo de cooperación interinstitucional

El mayor ícono de la fluvialidad isleña histórica de Guayaquil, la isla Santay, languidece a la expectativa de otra suerte. Aprobado en el 2000 como humedal por la Convención Internacional de Humedales, conocida con el nombre de Ramsar y adquirida por el Ministerio de Ambiente en 2015 al Ministerio de Vivienda, forma parte del Sistema Nacional de Áreas Protegidas. Su extensión territorial, incluida Isla del Gallo, es de 2.200 ha; la totalidad del humedal abarca 4.705 ha. Su gran importancia para la calidad de vida ambiental de la población de Guayaquil y su alto valor turístico es indiscutible, pero no es de importancia para el Municipio, ni la Prefectura, incomprensible vacío que trata de llenar el Gobierno central que en 2014-2015 inauguró dos puentes peatonales, un complejo habitacional, ciclovía y ecosendero de varios kilómetros de longitud: una enorme infraestructura turística. Con regionalismo absurdo y tres sabotajes nunca aclarados para derribar los puentes peatonales y destruir el ecosendero, hay que decir que es un gran regalo para los guayaquileños, pero aparentemente no para la oligarquía mercantilista que controla la ciudad. El manejo obsoleto del turismo por parte del Municipio desde décadas atrás no es capaz de entender al complejo como gran atractivo local, nacional e internacional. Gastó un platal (¿cuándo se fiscaliza?) en la aerovía -que, lejos de ser solución al problema de transporte, se convierte en feliz añadidura al complejo turístico Santay-. Aparentemente no le interesa reparar el ecosendero, lo que se puede impulsar con un acuerdo de cooperación interinstitucional.

Federico P. Koelle D.