La casa secuestrada

No es necesario referir la historia de la Casa de la Cultura Ecuatoriana (CCE), cuyos inicios se remontan a 1944, cuando en el gobierno de Velasco Ibarra, bajo el impulso de Benjamín Carrión se luchó por fortalecer la identidad nacional tras el desastre de 1941, cuando se perdió extensa parte del territorio. Una de las frases del excelso lojano reza: “…En la escuela de la experiencia las lecciones cuestan caras, pero solamente en ellas se corrigen los insensatos…”. Al parecer muchos insulsos se propusieron convertirla en la Cárcel de la Cultura al olvidar que la cultura no se encuentra encerrada en una construcción; se halla en calles, plazas, mercados, templos, cementerios, transportes, etc. Sus capos olvidaron su Ley Orgánica, art. 3: “Orientar el desarrollo de la cultura nacional y universal, estimular su conocimiento y difundir los valores de la cultura ecuatoriana en el ámbito nacional e internacional”; y otros que son interpretados a gusto del carcelero de esas prisiones donde el pueblo casi no tiene cabida ni representación. Es penoso que la CCNG esté a punto de una intervención debido a que leguleyos amparados en normas existentes procuran la permanencia extendida de quienes cumplieron sus mandatos, limitando la participación democrática de sus miembros. ¿Será que los sueldos y presupuestos provocan ese irresistible amor a la cultura? Ningún director de esas instituciones debería ganar un sueldo mayor que el de un profesor o un policía. Es cuestión de lógica.

Ricardo López González