Cartas de lectores | Guayaquil entre el desencanto y la esperanza
Es imperativo que el Municipio y el Gobierno central unan fuerzas para emprender un plan para rescatar al Guayaquil histórico
Avión repleto desde Quito, un taxi hacia un hotel, el casco central de la ciudad; el crepúsculo. Fue perturbador mirar un panorama sombrío, gris, cortinas de hierro y vitrinas cerradas, los portales vacíos; evocaba las taciturnas, oscuras y viejas zonas de aquella lejana capital caribeña. Se respiraba un viscoso e incómodo aire tercermundista, un sabor de melancolía y prisa reprimida. Al día siguiente, desayuno ‘buffet’, atendido por un estupendo personal; luego la salida, a cumplir los asuntos que nos trajeron al puerto. Fue sorprendente mirar las mismas calles, los mismos parques, sin embargo, con un nuevo e impactante rostro: una escenografía cálida, gente presurosa, vehículos, peatones. Aquel lujoso y emblemático hotel lucía magnífico; sus ‘lobbies’ acertadamente remodelados. Del ambiente citadino escurría encanto, junto a ese cálido efluvio que brota de gente diáfana, empática, de espíritu radiante, distinta a la serrana, circunspecta y poco efusiva, casi melancólica.
Existe una virtuosa fortaleza espiritual que palpita y cobija a la urbe porteña, que si bien es cierto, ha quedado ahora rezagada ante el notable desarrollo urbanístico e imagen de la capital, Quito, que luce como una metrópoli de impactante modernidad; Guayaquil palpita con su gente maravillosa. Aquello es un recurso gigantesco que no deberían subestimar los líderes, quienes han descuidado el casco central, referente de una gran ciudad y no solo la presencia distante e impersonal de veleidosas urbanizaciones periféricas, que no son emblemáticas para el famoso puerto. Es imperativo que el Ayuntamiento y el Gobierno central unan fuerzas para emprender un plan robusto para rescatar al Guayaquil histórico, involucrando al ciudadano y a las élites cívicas y empresariales. Un arranque, de profundo significado, es la proyectada regeneración de la calle Panamá, que indefectiblemente, tiene que ser transformada con arborización, refinamiento, glamur y un criterio muy calibrado de peatonización, que no desaliente a potenciales residentes, quienes son el pulso irremplazable de un colectivo ciudadano.
Augusto Osorio M.