Las autoridades deben transparentar las cifras

La pandemia del coronavirus, diseminada desde China, tomó al resto de países del mundo desprevenidos. La información centralizada desde la dictadura oriental nos pintaba un bajo porcentaje de personas fallecidas en relación a los infectados. Nuestro país, agobiado por el manejo inadecuado de las finanzas y una descomunal deuda pública desde hace aproximadamente 14 años, fue sorprendido por esta agresiva pandemia, casi en bancarrota.

Consecuencia de ello, la infraestructura de los hospitales públicos y la carencia de insumos y medicamentos, iban a resultar insuficientes para hacer frente a la guerra. El aislamiento no bastará, pero sí ayuda a detener en algo su exponencial crecimiento.

El 25 de este mes falleció mi hermano en su domicilio producto del coma diabético. Tuve que realizar los trámites en el cementerio de Jardines de la Esperanza y pude palpar la realidad de la tragedia que vive Guayaquil. Solo ahí, hasta el mediodía del miércoles, se tramitaban unas cincuenta defunciones, unas para ser inhumadas y otras cremadas. Quise que se proceda a su sepultura el mismo día, pero era imposible por la cantidad fallecidos que tenían que atender. Entonces les pedí que acudan a formolizarlo porque no podían tenerlo en el cementerio. Tampoco fue posible. Nos dijeron ‘que lo tengan en la casa’; que el jueves al mediodía iban a retirar el cadáver para la inhumación inmediata. Así sucedió. La falta de féretros hizo que se le dote de uno construido con plywood.

En la página web del citado cementerio, cada día se incrementan los fallecimientos que no corresponden a situaciones normales. En Twitter se pide que se transparenten las cifras de fallecidos por parte del COE y reportan que cadáveres no son retirados.

Decir la verdad no nos debe avergonzar. Más bien así, mucha gente indisciplinada tomará conciencia y el resto del mundo podrá condolerse de Ecuador.

Econ. Jorge Tigrero