Amor a los animales y a España
Sí, los toreros, que, sangrienta excepción a nuestra civilizada ley de protección a los animales, presumen de castizos...
Amo a los animales. Y ahora más, cuando muchos están en peligro de extinción y unos pocos nos están sirviendo de inestimable compañía en las lamentables circunstancias que las personas hemos provocado en el mundo. Por ese amor y el que, a un nivel radicalmente mayor, tengo a mis compatriotas, animales, me esfuerzo por abolir esa triste reliquia del nuestro peor pasado, que consiste en pagar para que otras personas se pongan en peligro de muerte al torturar y matar, para divertirnos, a unos animales. Los toreros eran antes personas muy desesperadas (“Más cornadas da el hambre”). Hoy no dudan en exponer su vida por fama o mucho dinero, a las que ya hace tiempo el papado condenó e incluso excomulgó como suicidas. Individuos que, por ese su carácter, no tienen el menor escrúpulo en torturar y matar a unos bellos animales, casi siempre vilmente dañados para suscitar su rabia y desprovistos de sus defensas naturales, sean sus cuernos, su vista u otras partes de su organismo. Sí, los toreros, que, sangrienta excepción a nuestra civilizada ley de protección a los animales, presumen de castizos (“cada cual se enorgullece de lo que carece”), son cada día más una pública vergüenza para toda España, como ya denunciamos la inmensa mayoría de los verdaderos patriotas.
Martín Sagrera Capdevila