El camino de la servidumbre

Avatar del Francisco Swett

La meta del camino de la servidumbre es la supremacía del caudillo y de sus secuaces.

A menudo nos preguntamos: ¿Por qué el quehacer político atrae a tanta gente que de otra forma no sabría qué hacer con su vida? ¿Cuáles son las causas por las cuáles muchas veces los liderazgos son ostentados por personajes que no pasarían un examen sicológico de estabilidad mental? ¿A qué se debe que los pueblos prefieran el caudillismo a las instituciones? ¿Cómo emergen las tiranías? Citando nociones de la teoría de la evolución de Darwin, puede uno concluir que la selección de los políticos es exactamente el revés de la selección natural de las especies donde domina la norma de “la supervivencia del más apto”, mientras que en el proceso político la selección se rige por el principio de “la notoriedad del más audaz y falto de escrúpulos”.

El ejercicio de la política no se rige por la racionalidad económica, a la cual normalmente la considera un estorbo. La “razón de Estado” es un estribillo que se utiliza para justificar cualquier abuso. La majestad del poder es auto-arrogada pues el mandatario confunde el mandato de servir con el de controlar. El Estado es el soberano, lo que automáticamente pone a los ciudadanos en la posición de peones. Los impuestos se justifican para redistribuir la renta, pero los contribuyentes terminan entregando el fruto de su trabajo a gobiernos corruptos y depredadores.

El ente político está organizado a manera de pirámide donde unos pocos líderes comandan los ejércitos de seguidores. He prestado para esta columna el título del libro de Friedrich von Hayek, que versa sobre el socialismo, para ampliarlo a nuestra realidad local y regional. El arbitrio me permite argumentar que son los caudillos los que, imbuidos de mesianismo o impulsados por su megalomanía, reúnen en su derredor a seguidores y a masas cautivas con el fin de conquistar el poder y, si son de la persuasión socialista del siglo XXI o castro-chavismo, jamás dejarlo.

Con Hayek hallo que el ejercicio político es más alienante del sano ordenamiento en la medida en que existe falta de inteligencia y educación entre seguidores y electorado. La disensión y la argumentación violan las normas de obediencia, obsecuencia y fe ciega, que son requeridas. A diferencia de la selección natural que se nutre de la diversidad genética, la selección política busca la homogeneidad del pensamiento; los valores inculcados se sustentan en estribillos propagados por el Estado de propaganda, y es la masa la que impone la oclocracia de los menos originales y más dependientes. 

Finalmente, la fuerza política se construye enfatizando lo negativo y destructivo antes que lo constructivo y positivo. La antítesis material es requerida para forjar la nueva síntesis y, si es requerido, para sembrar el pánico y afianzar el dominio sobre la sociedad se recurre al uso de la violencia nihilista como quedó demostrado hasta la saciedad en Santiago y Quito.

No es democracia, y no refleja el Espíritu de las Leyes. La meta del camino de la servidumbre es la supremacía del caudillo y de sus secuaces. Es la antítesis del Estado de bienestar. Da como resultado el máximo común denominador de la mediocridad, de la tiranía y de la corrupción absoluta.