
Víctor Arregui rompe décadas de silencio con un documental íntimo y estremecedor
En su obra más personal, el cineasta abre una conversación sobre el trauma y la masculinidad
El filme termina. La pantalla se funde a negro y los créditos comienzan a rodar. En la sala principal del cine Ochoymedio, en Quito, reina un silencio absoluto. El público permanece inmóvil en sus asientos, conmocionado. Muchos lloran y las lágrimas siguen deslizándose por sus rostros incluso minutos después, cuando Víctor Arregui sube al escenario para hablar de El día que me callé, el documental que acaba de proyectarse. Su documental.
Ese silencio que impregna la sala es el mismo que marcó su vida durante más de treinta años, desde el día fatídico de 1987 en que se cruzó con la muerte por primera vez. En ese entonces, Arregui era militante del Partido Comunista y fotógrafo de la campaña política de Frank Vargas Pazzos, que se candidatizaría a la presidencia en 1988.
Pero una noche, en un pequeño pueblo de la costa, su vida cambió para siempre. Fue atacado, abusado sexualmente y brutalmente golpeado por un grupo de uniformados que, tras dejarlo inconsciente, lo dieron por muerto.
Despertó días después en un hospital, con un diagnóstico sobre el que ni los propios médicos querían profundizar. “Me hablaron de los daños causados por los golpes, pero nada más. De lo otro, nadie dijo una palabra, no querían hablar de eso”, recuerda. El silencio se volvió parte de él. Nunca contó lo sucedido, salvo a un puñado de amigos cercanos, y siempre sin entrar en detalles.
La vida siguió. Arregui se casó, fue padre e hizo cine. Entre sus obras más reconocidas está Cuando me toque a mí, una película narrada desde una morgue, que filmó después de haber tenido un segundo roce con la muerte: el primero de los tres infartos que ha sufrido.
Fue en 2018 cuando Isabel Dávalos, amiga cercana, cineasta, y codirectora del filme le propuso contar por fin ese secreto que había guardado durante más de tres décadas. “Me mandó un mensaje por WhatsApp y le respondí enseguida, le dije que sí”, relata.
“Sentía que había pasado el tiempo suficiente. Que era necesario hablar de lo que me pasó y también de las secuelas que dejó ese episodio… y el silencio posterior. Porque, a pesar de todo, los que quisieron arruinarme la vida no lo lograron. No me mataron. Y en esa permanencia hay una forma de victoria”, concluye.
Enfrentarse al horror
Tras aceptar el reto de narrar su historia, el cineasta empezó a escribir. Incluyó los episodios que marcaron su vida, como la pérdida de visión en su ojo izquierdo durante un accidente en la infancia, y su acercamiento temprano a la militancia política.
Sin embargo, no tenía claro cómo abordar aquella otra experiencia que desarmó su vida. “Al inicio no sabía cómo lo iba a contar, porque no tenía ningún archivo documental de esa época. Entonces pensé que quizá la ficción podía ser el camino”, recuerda.
Finalmente, el filme combinó imágenes de la vida real con escenas dramatizadas que reconstruyen lo que su memoria borró, lo que su psique bloqueó para protegerlo.
La película comienza con Arregui hablando directamente a la cámara, entrelazando su relato con el rodaje de escenas de la campaña política, interpretadas por el actor Samik Zurita. Luego, el documental retorna a la realidad: Arregui se reencuentra con sus amigos y antiguos compañeros de militancia para buscar material gráfico de aquellos años y, por primera vez, contarles lo que le ocurrió. La fusión de ambos registros -el documental y la recreación- crea una tensión narrativa que potencia el impacto emocional del filme. A ello se suma una conversación íntima y honesta con sus hijos, antes del inicio del rodaje.
“Lo que más le ha sorprendido a la gente es la reacción de mis amigos, de los hombres. Es como de hielo, están sumidos en otros silencios. Solo las mujeres me abrazan. Y eso resume de dónde nace esta necesidad de contar: porque a los hombres se nos ha impuesto el silencio desde niños. No enfrentar las emociones, no llorar, no darnos un abrazo. Y justo por eso siento que esta historia es importante, para que dejemos de callar”, afirma.

Del cine a la palabra y a la imagen
El día que me callé se estrenó en 2022 en el festival de cine documental Encuentros del Otro Cine (EDOC). Sin embargo, el día de la proyección, Arregui no estuvo presente. Confiesa que en el último momento le falló el valor: prefirió viajar a la playa y apagar su celular. “Dije: ‘Yo no quiero estar aquí, no quiero enfrentar eso’, y no volví a proyectarla. Pero después de tres años sentí que ya era hora”, admite.
Volver a mostrarla tampoco fue fácil. Aunque sus películas anteriores sí se exhibieron en cadenas comerciales, estas optaron por no programar el documental en esta ocasión. Las funciones, por tanto, se han concentrado en salas independientes como Ochoymedio, Sala Sur de Flacso y la Cinemateca Nacional Ulises Estrella.
Pese a las dificultades, Arregui asegura que seguirá buscando espacios de exhibición, especialmente en colegios y universidades. “Algo que me ha sorprendido es que, tras varias proyecciones, se me han acercado hombres para saludarme y susurrarme al oído: ‘Gracias por contar mi historia’. Eso me confirma que mi experiencia no es excepcional, y que lo que me pasó ocurre con más frecuencia de la que creemos”, señala.
Junto con el filme, el cineasta presentará también un libro autobiográfico y una muestra de su trabajo fotográfico. La exposición incluirá una serie de retratos suyos intervenidos a manera de collage por varios artistas cercanos.

La presentación será el sábado 19 de julio, a las 12:00, en el Centro Cultural Metropolitano.
El documental se proyectará nuevamente el miércoles 16 de julio a las 18:00 en la Cinemateca Nacional. Tras la función, habrá un foro. Luego, el domingo 27 de julio se presentará en el cine Ochoymedio a las 16:00.
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