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Gianina y Sofía Genovese, balletistas
Gianina (d) se graduó como balletista y tiene título de fotógrafa profesional. Sofía (i) está próxima a culminar la carrera de Danza en la Universidad de las Artes.Fotos: Gerardo Menoscal. Producción: Gianella Muñoz.

Gianina y Sofía Genovese: "La vida es como un salón de danza"

A través de su academia aspiran que el ballet deje de ser a nivel local un asunto de chicas sino también de varones.

Ellas danzan y es como si iniciaran un diálogo donde el lenguaje son sus cuerpos. Son las hermanas Gianina (27) y Sofía (23) Genovese bailando ante el lente de EXPRESIONES. Cuentan que desde el primer momento en que tocaron una barra de ballet y se empinaron sobre sus dedos supieron que la danza sería parte de sus vidas.

Hoy son las directoras generales de la academia Cuballet y mientras ensayan para lo que será su retorno a los shows presenciales, conversaron sobre lo que hay detrás de emprender en las artes.

Bailan desde niñas, motivadas por su madre, Rebeca Andrade, también balletista. "Tenía apenas seis años y me sentaba a ver videos de ballet con mi mamá. Ella se dio cuenta de que me encantaba y un año después me inscribió a mi primera clase" recuerda Gianina. "Cuando ella empieza a ir, yo en cambio me quedaba llorando en la casa porque también quería bailar", añade entre risas Sofía. Sus destinos estaban ya marcados.

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Sus giros, pasos o saltos son una conjugación de técnicas y sentimientos. “Gianina es más cisne blanco y yo, en cambio, negro”, ejemplifica Sofía. Como hermanas, eso las diferencia. Mientras la mayor es más clásica, la menor es más contemporánea y se nota en la fuerza de sus movimientos.

  • Un camino de aprendizaje

Sobre sus inicios cuentan que sus escuelas en Ecuador fueron la Casa de la Cultura, Raymond Mauge (lo que ahora es el Instituto Nacional de Danza) y Cuballet. En este último se formaron con los talentosos cubanos Clara Díaz, Daet Rodríguez y Margit Peguero. De ellos, solo Clara se quedó en el país y es la directora artística; de modo que trabaja junto con las hermanas Genovese.

Su formación en el exterior también estuvo en el camino. Los viajes de visita a Italia, donde tienen familia en el norte y sur, les sirvieron para apreciar más la danza. El interés fue tal, que cuando Sofía se graduó del colegio, decidieron viajar juntas a la ciudad de Florencia donde hicieron un curso intensivo de un año en el Florence Dance Center. Ahí aprendieron otros géneros y asistieron a varias galas en las que vieron a sus ídolos, como el bailarín Daniil Simkin.

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Desde que regresaron han sido ovacionadas en diferentes escenarios del país con obras como Carmen, Cascanueces, Raymonda y Paquita. Ahora preparan junto con su escuela el show Melodías en movimiento, que presentarán a finales de octubre.

  • La vida, como la danza

No hay día que sus pies no toquen una salón de danza y si no bailan en el aula, lo hacen en la sala de su casa.

¿Sacrificios? Muchos. Ante una invitación a farrear, “lo típico que van a escuchar de una balletista es que les diga ‘no puedo ir, tengo ensayo’”, comenta Gianina entre bromas. Ellas saben bien que es así.

Mucho más para ellas, que no solo quieren danzar. También aman enseñar.

De ahí que sus jornadas pueden terminar más allá de las 9 de la noche. Aquello va de la mano con la disciplina la fueron adquiriendo con los años. “Desde chicas aprendimos a desenvolvernos en varias cosas a la vez. Sabíamos que teníamos que cumplir con los deberes de la escuela, pero también con la academia”. ¿Si fue cansando? Sostiene que sí, porque era todos los días, pero hoy ven la recompensa.

La vida también es como un escenario o salón de danza. Uno se cae, se resbala, se da golpes duros pero se levanta. Son partes de las enseñanzas que da esta disciplina”, agrega. Esto les permitió ponerse a prueba en concursos locales como en el exterior: Danzamerica (Argentina), CIAD, y All Dance International, obteniendo medallas de oro y plata.

Mientras la vuelta a los escenarios viene en camino, Gianina y Sofía explican que en 2021 ya empezaron a impartir nuevamente clases presenciales. Pero también se reinventaron. Empezaron a extender más su nicho y ya no son solo niñas. “La idea es que quienes se graduaron de balletistas y hoy son profesionales de otras ramas (ingenieras, abogadas, etc) puedan venir a seguir bailando. También abrimos nuestras puertas para aquellas que siempre les gustó el ballet y no pudieron aprenderlo antes. Nunca es tarde”.

  • "Guayaquil necesita bailarines hombres"

Es cierto que en el mundo del ballet no se ven muchos hombres. “Guayaquil necesita bailarines. Solo tengo un compañero para hacer los ‘pas de deux’, los pocos que habían ya han viajado a compañías de otros países”, confiesa Gianina.

Si bien en un futuro se ven convertidas en madres, afirman que dejarán la elección a sus hijos de qué disciplina escoger. “Si fuese niño y quiere aprender ballet, no tendría ningún problema en apoyarlo. Mis profesores fueron Daet y su esposa Margit. Él nos demostró que la danza no es solo para mujeres”, agrega.

Sugiere que lo ideal no es esperar que pase el tiempo. “Si el niño demuestra interés por la danza, la edad para que tome clases es entre los seis y siete años”.

Para Sofía no solo faltan más hombres en los escenarios sino que más público consuma arte. “Así como deciden donde ir a comer, elijan a qué teatro irán. Se extrañan los aplausos”, concluye.

En la vida de estas balletistas

Su kit de emergencia: Curitas ante cualquier ampolla. Un protector de dedos adicional para las zapatillas de punta. Hilo, aguja e imperdibles por si se descose algún traje.

Alimentación: Ellas no se privan de nada. Comen desde chocolates hasta pizza, pero con mesura. Sin embargo, su plan alimenticio contiene muchas proteínas e hidratación.

Su colección: Tienen un armario solo de trajes de tutú. Son aproximadamente cincuenta y no se atreverían a botarlos ni regalarlos, pero sí prestarlos.

Si su vida fuera una obra de ballet: Sería Carmen por el drama que tiene.

Una cábala: Previo a cada salida al escenario, se reúnen con el resto de bailarinas y hacen un círculo tomadas de las manos para agradecer y desearse suerte pase lo que pase.

Un mito: No todas las balletistas tienen los pies deformados, es cuestión de cuidados. Y no hay que ser extremadamente flacas para ser bailarinas.