El sol golpea con inclemencia la tarde guayaquileña. Son casi las 13:30 del jueves y varios ciudadanos esperan por un bus en la calle José de Antepara y Padre Solano. En un poste sobre la acera cuelga una señalética indicando que el sitio es una parada para que los pasajeros suban y bajen de las unidades.

Para protegerse de los rayos solares, quienes esperan por un bus para dirigirse hacia sus destinos se ubican en los exteriores de un inmueble esquinero. La estructura del primer piso les brinda sombra en su espera.

Minutos antes, en la avenida San Jorge, una de las arterias viales principales de la ciudadela Kennedy, un usuario esperaba por su unidad de transporte en un paradero que sí contaba con un espacio techado. No obstante, el ciudadano estaba sentado en un cajetín de telefonía.

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La falta de mobiliarios para el descanso de usuarios del servicio de transporte público es notorio a lo largo de Guayaquil.

Y no solo para este sector de la población, sino también para aquellos que se trasladan a pie por la ciudad para desarrollar diferentes actividades, ya sean laborales o de recreación.

Como los ejemplos antes citados, son pocos los espacios en los cuales pueden cubrirse del sol o de las lluvias, cuya frecuencia se ha incrementado en los últimos días en la urbe.

Michelle Gaibor, coordinadora de proyectos de la fundación Movidana, organización dedicada al desarrollo de programas sobre seguridad vial, señaló que la raíz de este problema es el diseño de las aceras a lo largo de la ciudad.

“El guayaquileño tiene miedo de caminar por calles vacías y oscuras. Y siente incomodidad de caminar en aceras angostas, irregulares, que tengan huecos o estén invadidas por autos”, dijo.

La activista indicó que la instalación de banquetas, así como obtener sombra mediante la siembra de árboles, son medidas urgentes que se pueden aplicar.

Para Lorena Sánchez, catedrática e investigadora de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Guayaquil, hay que diferenciar dos aspectos.

Las áreas de descanso que ya deberían formar parte del sistema de transporte urbano y aquellas dentro del espacio público.

“El hombre, como viandante o peatón, en su recorrido requiere de espacios de transición”, sostuvo la arquitecta. Dijo que además de banquetas, las mesas también son elementos a integrar en estas aceras.

“Estos mobiliarios deben estar implantados de tal manera que no interfieran con las bandas peatonales, normativas que dice el INEN que debe tener como mínimo 1,80 metros libres, es decir, sin ningún obstáculo como bases de alumbrado público, tachos para recolección de desechos, letreros que ponen los locales comerciales, o los mismos comerciantes informales”, explicó Sánchez.

Otro de los factores que contempla la implantación de banquetas en las aceras y paraderos es su materialidad para que no genere malestar ni incomodidad al usuario o peatón.

“Es decir, si va a haber banquetas de metal, en un momento de alta radiación solar va a ser imposible sentarse, o si es un material de hormigón después de un estado de lluvia eso queda húmedo y las personas no se pueden sentar porque se van a mojar”, indicó la catedrática.

Ricardo Sandoya, decano de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Guayaquil, comentó que la urbe porteña no está lejos de volverse una ciudad amigable para los peatones.

Pero agregó que es prioritaria la aplicación y mantenimiento de políticas públicas enfocadas en este sector de la población.

Explicó que la academia sigue ofreciendo soluciones.

“Hemos dado el inicio para poder llevar a la ciudad hacia ese fin que queremos, una ciudad mejor recorrible, que pueda tener espacios verdes, espacios públicos, pero tiene que ser instaurado eso a nivel de normativa”, manifestó Sandoya.

Sin embargo, la respuesta municipal aún sigue debiendo. No hay que hacer una búsqueda exhaustiva para encontrar daños en mobiliarios de paradas del sistema de transporte urbano.

En la avenida Rodolfo Baquerizo Nazur, en su intersección con la calle José María Roura, sobre la ciudadela Alborada, está ubicado un paradero. Las planchas que fungen como cobertor están incompletas.

Asimismo, los usuarios apoyan sus espaldas sobre el cerramiento de un supermercado esquinero, debido a la falta de asientos para la espera.

Una situación similar se evidencian en las paradas ubicadas a lo largo de las calles Los Ríos y Esmeraldas, que conectan el sur con el norte y viceversa.

“Es todo el sistema de transporte que debe replantearse. Todo el servicio es malo, desde los espacios para esperar hasta el estado de buses y la calidad del servicio de los conductores. Todo ese engranaje debe ser revisado”, explicó Mario Calvache, estudiante de Medicina y quien semanalmente utiliza buses.

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Que a través de pequeñas actividades pueden acercar a la comunidad los planes para una ciudad más sostenible y enfocada en el peatón, dijo Sandoya.

“En el momento en que yo empiezo a trabajar con la comunidad, yo voy a poder tener un resultado mucho más acertado, en donde inclusive la gente ya cree sentido de pertenencia, ya lo toma como suyo, porque la necesidad no solamente nace de ellos sino también hasta la ejecución”, dijo el arquitecto.

Con él coincidió Michelle Gaibor. “Si nos enfocamos en hacer infraestructura para los peatones, tendremos peatones. Si tenemos aceras amplias, si tenemos luminarias, banquetas, los peatones van a estar ahí”, refirió.

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