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Luis Pérez entró al negocio de la fumigación a domicilios y oficinas.Cortesía

Montañista subsiste de la venta y mensajería

Luis Pérez estaba por empezar su carrera para graduarse como guía internacional, pero la pandemia lo dejó sin estudios, sin inversión y sin trabajo.

Una inversión de aproximadamente 5.000 dólares se vio perdida para el montañista Luis Pérez. Entre sus viajes para escalar cumbres fuera del país, la contratación de un entrenador y sus clases obligatorias de inglés, este ecuatoriano se quedó a medias con sus estudios para certificarse como guía internacional de montaña, porque la emergencia sanitaria lo sorprendió en pleno vuelo.

En septiembre debía presentar toda la certificación en Bolivia (la de haber realizado pasantías como guía de montaña en Ecuador, tenido un intenso entrenamiento personal y aprobado el inglés), para empezar con su carrera de tres a cinco años para obtener su título como montañista.

De hecho, para lograr todo esto, Pérez vendió su negocio, una farmacia en el sur de Quito, para costear los equipos, la ropa de montaña y los viajes. Todo era una inversión, porque una vez graduado como guía internacional podía empezar a recibir un buen ingreso por prestar sus servicios.

Se quedó sin negocio, sin capital de inversión y sin estudios. Es por eso que, para sortear la crisis que azota a su familia, el deportista, de 40 años, empezó con varios emprendimientos relacionados con el cuidado de la salud frente a la presencia del COVID-19.

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“Tengo una familiar que vende ropa deportiva. El primer emprendimiento fue confeccionar nosotros mismos las mascarillas, cuando todo esto empezó. Entonces había sobreprecio, pero empezamos a venderlas a costo real”.

Ahora es común ver a Pérez en las calles de Quito, recorriendo a bordo de su bicicleta y haciendo diversos trabajos de mensajería. Hace mandados, lleva medicinas y hasta cobra arriendos por unos cuatro dólares de propina.

“Así mato dos pájaros de un tiro. Por un lado me gano unos dólares, pero por otro mantengo a flote mi entrenamiento, ya que diariamente procuro recorrer al menos 30 kilómetros en bicicleta”, comentó.

Y su más reciente negocio consiste en fumigar casas y espacios donde hubo sospecha de contagio. Más allá del temor por esta pandemia, Pérez se enfunda en su traje profesional y se pone en la espalda la bomba de fumigación para la cual hizo una inversión de 80 dólares. Va a las casas de sus clientes y limpia profundamente cada espacio.

“Ese servicio cuesta 25 dólares, pero a veces he ido a lugares tan pobres que les he rebajado hasta 15 dólares”.

Sin embargo, aunque Pérez acostumbra a hacer este tipo de ayudas sociales, la situación económica en su hogar no es nada sencilla. Vive con su novia y su hijo y, según comentó, las raciones de comida han tenido que ser cada vez más pequeñas. “Porque soy deportista debo comer tres veces al día, eso no está en duda. Pero las porciones son menores y he reemplazado la carne con verduras”. Eso sí, confesó que generalmente se queda con hambre.

En enero visitó los picos Dedo de Dios y Aguja del Diablo de Brasil. En julio tenía planificado desplazarse al Perú para hacer pasantías de montaña antes de presentarse a la carrera de guía en Bolivia.