
Enrique Rojas: “La felicidad es la vocación natural del ser humano”
El psiquiatra reconoce que la felicidad es un concepto relativo y asegura que su proyecto de vida avanza con buen rumbo
El reconocido psiquiatra de 75 años vino a Guayaquil para ofrecer una serie de conferencias, y no es su primera visita al país: ya suma seis. A sus años, se mantiene sorprendentemente activo. El mismo día de su entrevista con SEMANA, visitó el Instituto de Neurociencias y, más tarde, encabezó un conversatorio con alumnos de la Universidad de Especialidades Espíritu Santo.
Su tono pausado al hablar revela a una persona de múltiples intereses. Le resulta natural citar autores en latín, comentar sobre geopolítica mundial o aludir a temas locales. Pero, por encima de todo, asoma en la conversación un hombre profundamente familiar. Habla con cariño de sus hijas: Mariam, reconocida psiquiatra, conferencista y escritora, e Isabel, psicóloga especializada en terapia emocional. Ambas trabajan con él en el Instituto Rojas Estapé.
Viene a hablar sobre la felicidad. ¿Es Enrique Rojas un hombre feliz?, le pregunto para iniciar la charla. Su respuesta sorprende: a su edad, afirma, su proyecto de vida avanza relativamente bien. Aunque advierte que “la felicidad absoluta no existe, es una quimera, una entelequia”, insiste en que debemos aspirar a una felicidad relativa, entendida como una buena relación entre lo que uno deseaba y lo que ha logrado.
Explica que la felicidad cambia con las etapas de la vida: en la juventud se nutre del descubrimiento; en la madurez, de la serenidad; y en la vida profesional, del sentido y la realización. También hay una felicidad que llega en la mitad del camino, cuando uno se detiene a hacer un balance.
“Es un arqueo de caja”, dice. Uno revisa lo vivido y, si ha actuado con coherencia, suele encontrar una conclusión positiva. No perfecta, pero sí suficiente para sentir que la vida tiene sentido.
Según Rojas, la felicidad es la vocación natural del ser humano. No se recibe desde el inicio, sino que se construye. “No es una a priori, sino una a posteriori”, explica. Es decir, es el resultado de cómo se ha vivido en relación con los propios ideales. Cuando no hay proyecto, retos ni objetivos claros, la felicidad difícilmente encuentra lugar.
También hay formas de romperla. Entre las principales causas, menciona la depresión, la ansiedad intensa, los duelos profundos y la llamada “enfermedad de la melancolía”. A esto se suman eventos vitales como la pérdida de un ser querido, la ruina económica o el desprestigio social. Él mismo ha acompañado a figuras públicas que, tras alcanzar el éxito, cayeron en crisis emocionales.
Sin embargo, advierte que no toda tristeza es depresión. La tristeza es parte de la vida; la depresión, en cambio, es una enfermedad que anula el deseo de vivir y la capacidad de ilusionarse.
¿Cuándo comienza el proyecto de vida?
El concepto de “proyecto de vida” es una constante en muchas de sus conferencias. ¿Existe una edad en la que se debe plantear este proyecto? “Yo creo que entre los 20 y los 30 años”, responde. “Es decir, en la etapa universitaria. Es ahí cuando el proyecto empieza a tomar forma con dos pilares fundamentales: el amor y el trabajo. Normalmente, el primero en concretarse es el trabajo, que en los jóvenes comienza con el estudio. Así que, si una persona de 20 años está en la universidad, su proyecto de vida debería empezar a delinearse hacia el final de la carrera”.
Para Rojas, es necesario que las personas trabajen cuatro grandes temas que estructuran la vida: el trabajo, que en esa etapa suele ocupar el primer plano y marca el inicio de la vida profesional; el amor, entendido no solo como relación de pareja, sino como la capacidad de vincularse profundamente con la realidad, con los demás y consigo mismo; la cultura, que nace de la curiosidad por aprender, por ampliar conocimientos y por formarse de manera continua; y, por último, la amistad, ese lazo que complementa y enriquece la existencia.
Recuperar los ideales en tiempos de inmediatez
¿Qué hacer con una juventud que parece haber perdido el horizonte de los ideales? El doctor lo resume con claridad: “Hoy todo es rápido. Los jóvenes lo quieren todo, y lo quieren ya. No desean esperar”. Citando a su hija Mariam, también psiquiatra, Rojas llama a este fenómeno “la cultura de la inmediación”, una actitud en la que lo instantáneo se impone sobre la constancia, y donde los proyectos a largo plazo pierden atractivo.
Sin embargo, recuerda que las grandes cosas de la vida requieren tiempo, esfuerzo y paciencia. “En mis exposiciones utilizo la historia”, comenta, y suele recurrir a lemas y frases que invitan a la reflexión. Menciona, por ejemplo, el lema de la Universidad de Oxford: ‘Dominus illuminatio mea’ (El Señor es mi luz), y el de la Universidad de Barcelona, donde su suegro, Fabián Estapé, fue rector: ‘Libertas perfundet omnia luce’ (La libertad inunda todas las cosas de luz). Incluso cita a Virgilio en La Eneida: ‘Fortuna iuvat audaces’ (La fortuna favorece a los audaces).
Estos mensajes, explica, no son adornos académicos, sino invitaciones a cultivar ideales sólidos y realistas que guíen la vida con sentido.
Psiquiatría y psicología: dos caminos hacia el bienestar
Con la claridad que lo caracteriza, el doctor Rojas explica una distinción fundamental, pero a menudo mal comprendida. “Tanto el psiquiatra como el psicólogo se dedican a la conducta, pero hay una diferencia esencial: el psiquiatra es médico, y por tanto puede utilizar fármacos cuando son necesarios”.
Rojas insiste en que acudir al psiquiatra no debe implicar necesariamente un tratamiento prolongado ni una dependencia, “hay que ir con moderación. No siempre es necesario ir de forma permanente”. Subraya que los medicamentos deben emplearse solo cuando existe un diagnóstico clínico claro que los justifique, como una depresión severa o un trastorno de ansiedad, y advierte sobre una tendencia preocupante: “el psiquiatra ha perdido prestigio en la sociedad porque muchas veces recurre en exceso a la farmacoterapia”.
Frente a eso, destaca el papel del psicólogo, quien acompaña desde la escucha y el diálogo. “El psicólogo te escucha, te atiende, te ayuda a entenderte”. Rojas no descalifica uno u otro enfoque; más bien, propone integrarlos con sabiduría, recordando que cada persona necesita un tratamiento ajustado a su situación, y que la escucha sigue siendo el primer paso hacia la salud mental.
La lectura interior de la felicidad
Para Rojas, la felicidad absoluta no existe. La compara con un rompecabezas al que siempre le falta alguna pieza, o con esa manta pequeña que reparten en los aviones: “te tapa, pero siempre deja algo al descubierto”. La felicidad, entonces, es siempre incompleta. No se puede ser feliz todo el tiempo, pero sí se puede aspirar a momentos de plenitud, a una satisfacción general con el rumbo que va tomando la vida.
Uno de los puntos más relevantes de su pensamiento es que la felicidad no depende tanto de la realidad como de la manera en que la interpretamos. Es la lectura personal de lo que vivimos lo que puede cambiar por completo nuestra experiencia. Como ejemplo, Rojas menciona al escritor ruso Aleksandr Solzhenitsyn, quien pasó nueve años en un campo de trabajo en Siberia. A pesar del sufrimiento, describió esa etapa como una de las más importantes de su vida, porque desde ese lugar escribió Archipiélago Gulag.
Otro caso que lo conmueve profundamente es el de Madre Teresa de Calcuta. Poco antes de morir, durante un encuentro en Madrid con la reina Sofía, esta le preguntó: “Madre, ¿estás feliz?” Y ella respondió con sencillez: “Feliz, porque lo tengo todo y no tengo nada”. Para Rojas, ambas historias son prueba de que la felicidad no está necesariamente en lo que tenemos, sino en cómo le damos sentido a lo que vivimos.
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