Venezuela y Argentina: estudios de contraste

La economía venezolana es insostenible y el país camina en rumbo seguro hacia una implosión política, económica, y social. La inflación es de 720 % en 2016 y proyectada en 2.200 % para 2017; entretanto el crecimiento económico fue -5,7 % en 2015 y será de -8 % en el año presente. Es tal la calamidad que el racionamiento eléctrico ha reducido la semana laboral de la burocracia a dos días, y la de las actividades productivas a 30 horas. Las colas originadas en la carestía inducida por el gobierno se han vuelto la característica del diario vivir; la escasez de alimentos, medicinas, y menesteres de la vida diaria es tan marcada como lo es la corrupción que coloca al país en el sitial de los más corruptos.

A la autoridad electoral no le quedó otro remedio que aceptar al trámite el pedido de revocatoria del señor Maduro, quien pasará a la historia como el mandatario que consolidó el descenso hacia la disfuncionalidad total del Estado venezolano.

Argentina, por contraste, regresa al mundo luego de la amarga experiencia kirchnerista. En menos de seis meses se acabó el problema de los tipos de cambio múltiples y regresan los capitales que huyeron hacia Uruguay. Se controla el gasto público y reduce el tamaño del Estado clientelar, conteniendo al mismo tiempo las presiones inflacionarias. Se logra pactar con los poderosos sindicatos. Se reaniman las exportaciones y surge la inversión externa. Se cierra el trato con los acreedores en términos razonables, con lo que termina una perniciosa pelea que le hizo serio daño al país. Y se retorna a los mercados de capital, haciendo una emisión de bonos que se venden como pan caliente, con costos financieros más bajos que los proyectados y con premio en los mercados secundarios.

Son divergencias marcadas que convalidan el rol fundamental que juega en la suerte de los países la calidad de la política económica y del manejo político que acepta jugar dentro de las reglas de la democracia. Al final del día, el manejo económico es apto o es inepto, y el manejo político es sostenible y conciliador o tiránico y abusivo.

El mercado, queda demostrado una vez más, es el mecanismo idóneo para el progreso, pero debe estar sustentado en las ideas de libertad para que cumpla su cometido a cabalidad.