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La solitaria muchedumbre arabe

En La hybris del punto cero, el filósofo colombiano Santiago Castro-Gómez describe la declaración de René Descartes de 1637 “Pienso, luego existo” como el momento en que los europeos blancos se erigieron por encima de Dios como únicos árbitros del conocimiento y la verdad. Comenzaron a pensarse a sí mismos como observadores cuyos métodos científicos, valores morales y ética hacen caso omiso a los de otras culturas.

Los “puntos cero” culturales son importantes porque sirven de línea divisoria -una demarcación de “antes” y “después” con implicancias fundamentales para el desarrollo de la vida privada y pública. Se diría que gran parte de los problemas del mundo árabe se pueden atribuir a la falta de un “punto cero” endémico sobre el que pudiera basarse con firmeza una cultura moderna.

En La muchedumbre solitaria, el sociólogo norteamericano David Riesman identificó tres tipos culturales: las culturas dirigidas hacia las tradiciones que miran a los rituales, la moral y los valores en busca de guía; las introspectivas, en las que la gente se comporta de acuerdo a valores autoalimentados; y las dirigidas hacia los demás, que reaccionan frente a normas externas e influencias de pares. El marco teórico de Riesman tiene una particular resonancia en el mundo árabe hoy, donde las crecientes tasas de alfabetización y los rápidos progresos en materia de tecnología de las comunicaciones han provocado un torbellino de narrativas culturales en conflicto. Así las cosas, sus tres tipos culturales compiten por definir el futuro de la región. Irónicamente, la combinación de una mayor alfabetización y la tecnología moderna es lo que está avivando las llamas del conflicto entre los predicadores religiosos y los modernizadores orientados hacia Occidente. Ambos sacan ventaja de su capacidad para producir en masa e instantáneamente diseminar textos religiosos antiguos y literatura originada en Occidente, y así compiten disputándose la preeminencia.

Los modernistas introspectivos educados en Occidente tienen a la declaración de Descartes como su punto de referencia. Estos árabes -muchas veces la elite económica- leen, admiran y consumen productos de una cultura que, a pesar de su compromiso proclamado con los “valores occidentales”, sigue siendo mezquinamente eurocéntrica y dominada por la tradición intelectual cristiana. Pero, el último tipo de cultura árabe, la que mira hacia afuera, es el más dominante: aquellos a quienes Riesman habría llamado la “solitaria muchedumbre árabe”. Libres de raíces o tradiciones, se refugian en la superficialidad de los conflictos que los rodean y buscan satisfacción en el consumismo, las carreras y los estilos de vida. Su punto cero es la última novedad o la última moda.

Es irónico que una mayor alfabetización y la adopción de tecnología moderna hayan contribuido no al crecimiento intelectual sino al conflicto regional. A menos que las sociedades árabes y musulmanas redescubran, revitalicen y creen su tradición intelectual local y contemporánea, el resultado será una deriva cultural o la continuación de un conflicto civil sangriento.

Project Syndicate