Escenario. Niños observan curiosos como autoridades y medicina legal llegan hasta el sector a retirar el cuerpo de una persona que, horas antes, fue asesinado a tiros.
Escenario. Niños observan curiosos como autoridades y medicina legal llegan hasta el sector a retirar el cuerpo de una persona que, horas antes, fue asesinado a tiros.Christian Vinueza

El sicariato detona su arma y deja huellas hasta en la niñez

Los niños crecen entre asesinatos y robos. Estos episodios violentos trastocan su desarrollo emocional. Desvalorizar la vida, una consecuencias.

La ola de violencia que atañe la seguridad del país trastoca fibras tan sensibles como la niñez. “Cocinaba mientras el niño jugaba en la ventana de la casa, de repente pum, pum, pum; los balazos. Corrí a sacar a mi hijo de la ventana, pero ya era tarde. Había visto como un hombre se desangraba en el piso mientras una mujer gritaba con desesperación que llamaran a una ambulancia. Me quedé en shock”, describe Paula, quien habita junto a su pequeño, de 7 años, en el sector Isla Trinitaria, ubicado en el sur de Guayaquil.

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Paula, quien ha preferido omitir su nombre por seguridad, detalla que no es la primera vez que los sicariatos acontecen ante la mirada de niños y adultos. Lo que le preocupa, explica, son las preguntas que le hace su hijo después de acontecimientos como estos. “Siempre me pregunta porqué le dispararon al vecino, que si se murió o está en el hospital. A veces trato de explicarle para que deje de pensar tanto en lo que vio, pero es inevitable. No sé cómo decirle que existe gente mala que mata a otras por unos cuantos dólares”, cuenta con desespero Paula.

A este testimonio se suma el de Pedro, propietario de un restaurante ubicado en el norte de Guayaquil, quien lamenta que su hija, de 12 años, haya presenciado el robo que sufrió.

“Ella estaba sentada en la mesa de al fondo haciendo sus tareas, de repente entraron dos tipos y me apuntaron, me pedían el dinero de las ventas. Solo le pedía a Dios que ella no se moviera del lugar y que los ladrones se fueran rápido; les entregué todo el efectivo que tenía. Desde ese día, ella no quiere venir al local, pero me llama a cada rato a preguntarme si estoy bien, que si ha pasado la patrulla de la policía y a pedirme que tenga cuidado”, describe Pedro.

Para Jorge Luis Escobar, psicólogo clínico y coordinador de la unidad de salud emocional del Municipio de Guayaquil, los niños que atestiguan estos hechos violentos corren el riesgo de sufrir de autoestima baja, débil o nula y a perder el sentido, valor y respeto por la vida.

“Ya tenemos a la generación de cristal, la que es sensible a todo. Ahora, con tal nivel de delincuencia, la sociedad está criando a los hijos de la nada. Y esto puede desembocar en un problema mayor a futuro, como el consumo de drogas y altos niveles de delincuencia. Por eso los hogares deben convertirse en un lugar seguro, que alimente la autoestima de los niños durante su crecimiento y el respeto por la vida”, recomienda Escobar.

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Dorian Vega, psicólogo clínico y especialista en acompañamiento a niños con autismo, sostiene que uno de los errores que cometen los padres a la hora de proteger a sus hijos son las restricciones que hacen justificadas en el miedo.

“Si el padre le habla con miedo a su hijo y le dice que salir es peligroso porque hay delincuencia, prácticamente lo está matando, lo está empujando a que busque un lugar seguro afuera, con un extraño”, asegura Vega y explica que es justamente ese cuadro de miedo que perciben los niños en casa lo que hace que bandas delictivas puedan persuadir y atrapar a adolescentes para delinquir.

  • Para el psicólogo clínico Dorian Vega, los padres no deben transmitir a sus hijos sentimientos de miedo e inseguridad. Mucho menos restringir sus actividades recreativas como medida de seguridad, porque esto afecta en su crecimiento y, en algunos casos, lo empuja a buscar un lugar seguro fuera de casa.

  • Entre las consecuencias más preocupantes que pueden afectar el desarrollo de los niños, dice la psicóloga clínica Belén Álvarez, está la desvalorización de la vida: “Los menores pueden empezar a ver la escuela o el profesionalismo como algo no necesario y corren el riesgo de replicar violencia”.