Elecciones. Alejandro Domínguez ocupaba el cargo interino en el organismo por Napout. Ayer en los sufragios fue respaldado.

Rodrigo Borja retoma la palabra, pero evita el discurso politico

El académico sepultó al político. El expresidente Rodrigo Borja Cevallos recibió ayer un doctorado ‘honoris causa’ por parte de la Escuela Superior Politécnica del Litoral (Espol) y se aproximó con cautela hasta el micrófono para esquivar, nuevamente, los temas políticos, de los que se dice retirado desde 2002.

El líder fundador de la Izquierda Democrática (que pugna por renacer) fue alabado por la cúpula académica de la Espol. El rector de la universidad mejor rankeada del país, Sergio Flores, no escatimó líneas para el homenajeado: “saber que hay presidentes honestos y honrados le hace bien al futuro y habla bien de una parte del pasado”, destacó. Y agregó que resulta necesario para una sociedad, conocer “las buenas prácticas del pasado para evitar los mesianismos”.

Borja, a quien se le reconoce su afán democrático y “el respeto a la opinión de las minorías y la oposición”, fue acompañado por los expresidentes Gustavo Noboa y Alfredo Palacio y el alcalde de Guayaquil, Jaime Nebot, con quien, en el pasado, sostuvo marcadas diferencias políticas.

Borja volvió tímidamente a los micrófonos. Y se mantuvo alejado de la realidad nacional. Apuntó en su discurso a la revisión del rol de la tecnología en la sociedad, a los nuevos modos del imperialismo (un término que no deja extinguir) norteamericano, ligado al cine y la televisión; y abordó, sin estima, la política de la sociedad digital que denomina como “el fraude de la videopolítica”.

El académico criticó la dependencia del teleprompter que “torna geniales a políticos tontos” y despoja a los ciudadanos “del derecho a conocer las limitaciones de sus gobernantes”.

En un discurso de aproximadamente una hora, sin teleprompter, claro, Borja lamentó que la ciencia se mueva con mayor velocidad que “el lento caminar moral humano”. Y, después de un corto encuentro con los medios, volvió al brindis, a la academia, al silencio político que ha mantenido la última década y media. ABP