Los riesgos del endeudamiento

La deuda es un recurso disponible cuando no se cuenta con los medios para sufragar los gastos. Como recurso puede ser muy útil, pero es arma de doble filo. El episodio del “endeudamiento agresivo”, para ilustrar con ejemplo, a partir de 1977 dio como resultado una crisis que cursó por veinticinco años y comprometió los ingresos petroleros al punto de que estos sirvieron para pagar los intereses de la deuda.

Durante el período padecimos inflación, recesión, desempleo creciente y la pérdida eventual de la moneda nacional. Casi medio millón de ecuatorianos debieron abandonar el país, los activos de la banca se esfumaron, al igual que los sueños de progreso material de toda una generación.

Lamentablemente, las memorias son cortas. Luego de haber superado el problema en los albores del actual gobierno, hoy el Ecuador vuelve a caer en la espiral de la deuda. Basta observar la evolución de los ingresos públicos en las cuentas nacionales para llegar a la conclusión de que en los últimos cuatro años el fisco ha recurrido en “forma agresiva” al endeudamiento, el rubro de mayor crecimiento interanual. Es deuda cara que disminuye la disponibilidad de recursos para el próximo gobierno, que deberá comprometer más gasto corriente para servir los intereses.

En estos días se ha llegado al extremo de tener que ofertar cupones de 10,78 % (con rendimiento posiblemente superior) en una emisión de bonos de mil millones de dólares, lo que añade, por sí solo, una carga adicional de gastos por alrededor de $600 millones para los próximos cinco años. El buen uso de los recursos es clave para obtener los mejores resultados, ya sean esos recursos propios o de terceros.

Las contrataciones deben medir, a valor presente, los flujos de los beneficios futuros, contra los de los costos incurridos. Esta disciplina no es observada en las presentes circunstancias pues el gobierno es reincidente en tomar opciones caras y de corto plazo.

El argumento de la supuesta baja relación de la deuda frente al PIB es, en las circunstancias del país, un argumento sin méritos que anuncia, desde ya, que el ciclo recesivo está aquí para rato.