Reflujo: Mal de la vida moderna

Reflujo: Mal de la vida moderna

“A ti lo que te va a matar es el estrés”, le advirtió el gastroenterólogo a Fanny, de 40 años, mientras retiraba el tubo endoscópico con el que había observado su estómago minutos antes.

“A ti lo que te va a matar es el estrés”, le advirtió el gastroenterólogo a Fanny, de 40 años, mientras retiraba el tubo endoscópico con el que había observado su estómago minutos antes.

El diagnóstico fue reflujo gastroesofágico, pero la mujer sabía que el presagio del médico era real: estaba comiendo con ansiedad, había subido de peso y esto recrudecía su malestar a niveles insoportables. Los médicos lo admiten.

El reflujo es un mal de la vida contemporánea asociado a los malos hábitos alimenticios y la obesidad. Lo preocupante es que según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) la obesidad se triplicó a partir de la década de los 70. Para 2016, el 39 % de las personas adultas en el mundo tenían sobrepeso y el 13 % eran obesas. Esto hace que el reflujo también se incremente.

Obesidad y reflujo

¿Pero cómo se relacionan la obesidad y el reflujo? Roberto Gugig, gastroenterólogo del hospital del niños de la Universidad de Stanford (Estados Unidos), quien participó hace poco en un congreso de gastroenterología organizado en Guayaquil por el Instituto Ecuatoriano de Enfermedades Digestivas (Ieced), explica a SEMANA que cuando existe reflujo, el estómago no se vacía con facilidad, sino que parte de su contenido (ácidos principalmente) retorna hacia el esófago, provocando ardor, regurgitación y sensación de llenura. Obviamente, cuando la persona come de más, el vaciamiento estomacal es más difícil.

La calidad de los alimentos también influye. “Las comidas altas en grasa residen mucho más tiempo en el estómago y por ende tardan más en llegar al intestino”, dice.

Julio Pereira, gastroenterólogo brasilero y presidente de la Sociedad Interamericana de Endoscopía (SIED), cree que se trata de un mal urbano, pues en el campo los hábitos alimenticios son distintos.

Este médico comenta que en Porto Alegre (Brasil), se realizó un estudio en supermercados en donde se encuestó a 818 clientes entre 15 y 88 años, y se determinó que el 13 % sufría de reflujo, pero “apenas un cuarto de ellos recibía un tratamiento adecuado”.

Actualmente no se puede hablar de una cura para el reflujo, pero se hace énfasis en un diagnóstico oportuno. Por lo demás, los médicos recomiendan no acostarse tras la ingesta de alimentos y hacer cinco comidas al día. El tratamiento farmacológico está dirigido a inhibir la secreción ácida del estómago a través de sustancias como la cimetidina, ranitidina o famotidina, y el omeprazol.

Un diagnóstico correcto.

La endoscopía y la pHmetría son dos herramientas muy precisas para el diagnóstico del reflujo gastroesofágico. La primera está indicada en personas mayores de 40 años, dice el gastroenterólogo Julio Pereira Lima, presidente de la Sociedad Interamericana de Endoscopía.

Este método permite observar el estado del esófago a través de una cámara y hallar erosiones causadas por los ácidos estomacales o cambios celulares. “Dependiendo de los resultados, deberá realizarse cada dos años”, señala.

En personas menores, el diagnóstico es clínico con posterior tratamiento. Cuando se requiere un mayor detalle de cómo el reflujo afecta al paciente, o si este no responde al tratamiento, los médicos acuden a la pHmetría, proceso ambulatorio de 24 horas de duración que consiste en la colocación de un catéter que tiene sensores que determinan si el ácido está en contacto con la mucosa esofágica y hasta dónde llega. También mide si el reflujo es ácido o no.