Plebiscito electoral

Las elecciones de febrero de 2017 constituyen un verdadero plebiscito. El Ecuador votará si conserva el actual modelo de gestión concentrador del poder o si escoge un modelo de gestión democrático, con división de poderes, que invierta el criterio de un ciudadano al servicio del Estado por el de un Estado al servicio del ciudadano, si admitimos que el Estado nace por un pacto social, en el cual sus habitantes renuncian al libre albedrío para coexistir civilizadamente, se respeten sus derechos humanos, tener seguridad personal y jurídica, un mínimo de bienestar compartido.

El país tiene la oportunidad al no haberse convocado una consulta popular, como sí lo hizo Bolivia, para pronunciarse sobre la reelección continua de sus gobernantes. El Gobierno agotará esfuerzos para seguir gobernando, la oposición no logra un acuerdo para escoger una opción alternativa. Conozco la mayoría de opositores; piensan que avanzamos por el camino de Venezuela, que sufre una penosa crisis política, social, económica. La fortaleza del dólar frena que el Ecuador profundice su situación económica. En Venezuela la oposición se unió sin distingos ideológicos y lucha por un plebiscito; en el Ecuador habrá un plebiscito electoral, pero los opositores no se unen para ganarlo. Solo quedaría que el votante al sufragar lo haga por el candidato opositor con más chance de triunfar. La segunda vuelta es únicamente una posibilidad.

Este panorama genera incertidumbre futura, no se vislumbra una tesis firme, convencida, que privilegie las aspiraciones de toda la sociedad. Siguen prevaleciendo visiones e intereses personales o de grupos, se piensa en las próximas elecciones y no en las futuras generaciones. El patriotismo está ausente; se ve lejano recuperar la confianza y que renazcan esperanzas de un mejor mañana. Nos acostumbramos a la frase con la que nacimos como República: “último día del despotismo y primero de lo mismo”.

Ojalá en la campaña se formulen propuestas viables para resolver la aguda crisis que siente y vive el país, y suturar la profunda herida que enfrenta a unos ecuatorianos contra otros, por ambiciones políticas.

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