Píldora de la inteligencia, una falsa promesa

Pildora de la inteligencia, una falsa promesa

Carolina Pimentel Jara

pimentela@granasa.com.ec

Mucho se insiste sobre el bajo porcentaje que usamos del cerebro y se especula acerca de lo que seríamos capaces de hacer si lo utilizásemos en su totalidad.

Sin embargo, aquello de que el ser humano solo emplea el 10 % de su cerebro (para otros el 25 %) no es más que un mito sin soporte científico alguno.

Numerosos estudios echan por tierra esa idea que hasta la publicidad la utiliza con frecuencia.

Como quiera que sea, llevamos esa curiosa sensación de que no utilizamos toda nuestra capacidad cerebral. Esa sensación, al mismo tiempo, sirve como especie de motor que nos alienta a buscar cómo sacarle mayor rendimiento a nuestro órgano madre.

Por eso, en los últimos años los nootrópicos o mejor expresado: las conocidas pastillas de la inteligencia, potencializadores cognitivos y estimulantes de la memoria, se popularizaron, principalmente en EE. UU.

Con el estreno en 2011 de la película ‘Limitlees’ (‘Sin límites’) sobre la historia de un escritor fracasado que tras ingerir la pastilla escribe una novela en una noche, los interesados en ese producto milagroso se multiplicaron, sobre todo universitarios y ejecutivos cuyo trabajo exige mucho intelecto.

La oferta crece

Y la oferta no se hizo esperar. Varias marcas se empezaron a vender por Internet, a 300 dólares promedio el frasco con ración para el mes.

Hoy, redes sociales y varias páginas de prestigiosas cadenas de noticias anuncian estas y otras marcas que prometen elevar la capacidad cerebral, agudizar la mente, potenciar los niveles de energía y dar capacidad sobrehumana para realizar tareas.

Usan la imagen de gente del cine (Leonardo DiCaprio) y la ciencia (Stephen Hawking) como seudoconsumidores, pero no explican los efectos secundarios de esos fármacos que fueron elaborados para tratar enfermedades cognitivas como narcolepsia (exceso de sueño), alzhéimer, déficit de atención y otras.

Lenin Quintero, profesional en Medicina Biológica, sostiene que es absurdo que con tomar una pastilla nos volvamos más inteligentes. “Si no eras un genio, no lo serás después de tomar la píldora”. Dice que las ventajas de estas drogas no son mayores a las del café, el trabajo y el ejercicio, que son potenciadores cognitivos.

Algunos nootrópicos lo mantienen en estado de alerta. Son una especie de primos de las anfetaminas, como el modafinilo, estimulante promotor de la vigilia, para tratar trastornos de atención. “Al mejorar la concentración en las tareas y disminuir la dispersión, puede pensarse que esa eficiencia es un mejor nivel cognitivo. Esa es una concepción errada”, explica Rodrigo Nel Córdoba, presidente de la Asociación Psiquiátrica de América Latina.

Además, el concepto actual de inteligencia es muy amplio e incluye muchos aspectos de la persona que van más allá de la capacidad para enfrentarse a una tarea que necesita concentración, anota Córdoba.

“Si no hay un sustrato genético, biológico y ambiental predeterminado que condicione la inteligencia en esos términos, nada externo puede promoverla. No hay maquilladores para la inteligencia”, concluye.

Los efectos van desde jadeos hasta ideas suicidas

Las universidades de Manchester y Católica de Chile, junto con la Agencia Europea de Medicamentos (EMA), advierten tras ciertos estudios sobre los potenciales efectos adversos de la publicitada píldora. El nutrido listado incluye jadeos, dificultad para respirar, inflamación en cara, boca y garganta, erupciones, descamación, prurito y ampollas graves en la piel, fiebre, mareo, jaquecas, diarreas y pérdida del apetito. Pero lo que más llama la atención de lo publicado por la Agencia son los efectos negativos sobre la mente. Estos van desde los cambios de humor y la sensación de desasosiego hasta la agresividad, la confusión, los olvidos, la psicosis e ideas suicidas.

Ese infierno lo vivió la abogada María Alexandra Cantor al descubrir que las largas jornadas y la concentración en el trabajo que le permitían las pastillas de modafinilo (padece de narcolepsia) empezaron a cobrarle un precio muy alto. “Dejé de comer, me sentía angustiada, tenía que tomar la pastilla para mantenerme despierta, la gente empezó a verme demacrada. Creí que me estaba muriendo y hasta pensé en acabar con mi vida. Al principio, sentía mucha energía y podía realizar todas mis tareas, pero en unos meses le confesé al médico que las pastillas me estaban derrumbando e inicié un tratamiento psiquiátrico para despegarme de ellas. No fue fácil, pero lo logré”, cuenta.

Su uso creció considerablemente

La cantidad de pacientes con narcolepsia es escasa y el uso de fármacos como el modafinilo derivó hacia quienes querían permanecer despiertos de manera prolongada. “Su efecto se difundió, sobre todo entre estudiantes de EE. UU., con la idea de que sus efectos negativos eran menores”, dice el médico farmacólogo Reinel Cárdenas.

Sin duda, el uso de la sustancia aumentó. Lo demostró un estudio de la Universidad de California, en San Francisco, que analizó las recetas de modafinilo y otros nootrópicos y los diagnósticos de pacientes en un periodo de siete años. En este lapso, el número de usuarios pasó de 58.000 a 556.000, un aumento de más del 80 % de su uso en pacientes que no se ajustan al cuadro clínico para el cual se desarrolló el compuesto.

David Claman, director del Centro de Desórdenes del Sueño de esa universidad, concluyó que la venta del medicamento sin receta creció un 45 % en dos años. A la par, estudios de rigor variable han verificado sus efectos. Y estas pesquisas sacaron el tema de la pantalla y las redes sociales y lo lanzaron al espacio académico, donde el debate apenas empieza.

¿Cómo actúa?

El mecanismo de acción exacto aún no está claro. Se sabe que interactúa con varios neurotransmisores. Eleva la histamina (sistema inmune) en el hipotálamo, modula el transporte de la dopamina (estado de ánimo), aumenta la norepinefrina (controla el ritmo cardiaco) en algunas áreas, bloquea la acción de algunas sustancias y vías inhibidoras, y de la combinación de estas y otras acciones se derivan sus efectos.

¿Es adictivo?

Por actuar sobre la dopamina (estado de ánimo) y los circuitos de recompensa en el cerebro, tiene ese riesgo potencial en poblaciones vulnerables. Sin embargo, el riesgo adictivo es menor que con otros estimulantes (por las acciones sinérgicas en los circuitos de la histamina y de las catecolaminas), explica el neurólogo Carlos Fernández.