De pelicula

Ahora que parece que la afamada serie televisiva House of Cards anuncia sus últimos capítulos habría que proponer a los guionistas que piensen una nueva temporada basada, esta sí, en hechos reales con lo que está sucediendo en Ecuador. Hay elementos suficientemente cinematográficos y no necesitan echar a volar su imaginación para reproducir traiciones políticas, fugas burlescas, espías infiltrados, irregularidades en la Cámara de asambleístas y hasta sugerentes escenas de sofá. Las intrigas del matrimonio Underwood, con el presidente ficticio apartado del desenlace por problemas extradeportivos, parecerían un cuento de niños ante el panorama político local.

En nuestra adaptación latina, el matrimonio presidencial tendría un papel secundario ante la fuerza de los personajes protagonistas. Para el capítulo de la conspiración y el espionaje los roles estelares se los adjudican Julian Assange y Fernando Alvarado. El uno preso de sus contradicciones en un modesto apartamento habilitado en la legación diplomática de Londres: soy un hacker que ha desvelado millones de documentos secretos pero no quiero que se revelen mis particularidades, léase estrambóticos planes de evasión al país del enemigo ruso. El exsecretario de Comunicación haciéndose humo después de deshacerse de un grillete electrónico de vigilancia que nadie vigilaba.

Mientras tanto, los legisladores harían gala de una profunda indignación ante la prensa por la trama conspirativa pero se quedarían desnudos ante la opinión pública con sus prácticas de cobro de diezmos y visitas humanitarias a la cárcel para presionar a los testigos. Confusión sin soluciones y distracción de sus labores.

Desde otro modesto ático se estarían moviendo todos los hilos de los topos incardinados en las instituciones. En medio de una producción incesante de mensajes al cerebro de la operación le queda hasta tiempo para lanzar un guiño de reconciliación, virtual eso sí, con uno de los principales opositores. Con este libreto base ya solo nos quedaría escoger a los actores que encarnarían los principales papeles. ¿Se atreven?