Merlyn Ochoa: “Estuve cerca del infierno”

Merlyn Ochoa: “Estuve cerca del infierno”

La reportera de Ecuavisa retoma su vida y trabajo luego de la muerte de su esposo, Paúl Martillo.

La periodista Merlyn Ochoa, de 34 años, regresó el 10 de julio a Ecuavisa. Tras una de una ausencia de un año y dos meses para cuidar a su esposo, el también periodista Paúl Martillo —fallecido en mayo de este año debido a un cáncer estomacal— Ochoa volvió al ‘canal del cerro’.

Ellos eran compañeros de trabajo y padres de dos niños: Paúl de un año y medio y Luciana que está a punto de cumplir tres. Durante esta dura prueba, la reportera subió 30 libras. Ya perdió 15. “Sufro de ansiedad. Sentía que solo comiendo podía tener paz en mi vida”, contó.

¿Su esposo nunca sospechó de su padecimiento?

Sentía dolores estomacales. Así descubrió la enfermedad. Era deportista, cuidaba su alimentación, no fumaba ni tomaba. Su cáncer fue muy agresivo porque las células se reprodujeron muy rápido. Generalmente les da a las personas que tienen el sistema inmunológico bajo. Una de las razones es por las cargas muy fuertes de estrés. Nos fuimos a Estados Unidos porque después de 6 meses de tratamiento en Ecuador, el cáncer estaba intacto, Paúl no reaccionaba. Desde que murió trato de vivir el presente, de sonreír la mayor cantidad de veces. Me compré un CD y me pongo a cantar cuando me nace. Así me desahogo. No he tenido ni un solo minuto de luto, no me he encerrado a llorar.

¿Es necesario ese proceso para sanar?

Ese momento debí haberlo tenido y no fue así, ahora ya es tarde. No tengo derecho porque existen dos hijos y un trabajo que me apoyó. Me pagaron sin trabajar durante más de un año. Cuando Paúl murió (3 de mayo) me arrodillé frente a su cadáver, entonces sentí que lo que se me venía era muy grande. Llamé a mi padre (Washington) para pedirle que venga a vivir conmigo porque no iba a poder sola. De inmediato aceptó y me pidió que tenga mucha fortaleza.

¿Qué ha sido lo más complicado?

Aceptar que mi inmensa fe y amor hacia Dios no fue suficiente para salvar a Paúl. Sentir que Dios pese a que se lo pedí de todas las formas que se imaginan, de rodillas, llorando, alegre... me dejó caminando sola. Lo más complicado fue enfrentar mi fe. Sentí que no la tenía, pensé que si no me ayudó con Paúl, tampoco lo iba a hacer en otras situaciones. Busqué la ayuda de un sacerdote, soy católica, pero también escucho a los evangélicos.

Cada persona tiene un plan de vida.

Así lo comprendí. Otro error que cometí fue que yo condicioné mi fe, es decir si Paúl se salvaba, Dios me quiere, Dios existe. Tal vez Dios me quiere de otra forma. Sufro de endometriosis, no lo supe hasta que tuve a Luciana. A veces este padecimiento no permite a una mujer quedar embarazada. Para el segundo niño era necesario un tratamiento, no lo hice y no me cuidé, sin embargo quedé en estado sin complicaciones. Por alguna razón que no comprendo todavía, se llevó a Paúl y me dejó dos niños maravillosos.

“Dios propone y el hombre dispone”, expresa una frase popular.

Estuve muy cerca del infierno. Cuando él falleció los problemas eran de aquí hasta el cielo. Tenía que traer el cuerpo desde Estados Unidos, asesorarme en lo religioso y asegurarme de que lo que iban a darme eran los restos de Paúl. Cuando decidimos que lo cremen, vi todo el proceso antes, durante y después. Nunca imaginé ver así a mi esposo. Eso fue aniquilante. Paúl y yo teníamos nuestras vidas planificadas hasta viejitos. Era un hombre bueno. Me di cuenta que no era lo que yo quería, sino lo que Dios quería. No hubo forma de negociar con él. El 4 de abril (llora) me dijeron que no había tratamiento humano que lo salve. En sus últimos días de vida, una doctora me comentó que él no quería morir. Como lo conocía, le hablé al oído y le dije que se quede tranquilo por sus hijos, por sus padres, hermanos. Luego de eso murió. Se fue tranquilo.

Existe siempre un para qué...

Me lo pregunto y le pido a Dios que me dé una señal de que existe algo bueno para mí (guarda silencio). Estoy en el proceso de fortalecer mi fe y de saber que cuando se pide, Dios responde. Tengo claro que no podré seguir viviendo si no la recupero. Mi fe era tan fuerte que si Dios me pedía que me lance de un avión, yo lo hacía. Era una fe de roca. Me puso una prueba muy difícil. Estoy convencida de que lo primero que vio Paúl luego de morir fue a Dios. Le rezaba y le pedía que no se lo lleve por sus hijos.

¿Prefiere no vestir negro completamente?

No quiero vestir de luto porque Paúl era alegría y bromista. No era tristeza, visto un semiluto. Prefiero el blanco, café o gris.

Durante la entrevista noté que habla como si él aún estuviera vivo.

La psicóloga me dice que es porque yo hablo con Paúl. Juntos estuvimos 12 años, de casados, 5. Cuando voy en el carro siento que me tocan o en el cuarto cuando escucho algo, le digo que lo amo y que lo extraño. Regresar al canal fue complicado porque ahí nos conocimos, pero sabía que debía enfrentar todo, una avalancha de sentimientos. Ya sufrí por su enfermedad, muerte, cremación... Todo eso aniquila la vida, el alma (llora).

¿Qué consejos le puede dar a mujeres en situaciones similares?

Enfrentar el problema, aceptar la enfermedad y luego hacer un plan de vida, es decir el tratamiento, cuidarse en la alimentación. Seguir adelante con buenas vibras.

Apenas tiene 34 años, si la vida le da otra oportunidad como mujer ¿qué haría?

No sabría qué decir, quiero ser una excelente madre. Lo di todo por Paúl y era capaz de vivir debajo de un puente si Dios me lo pedía, pero ahora está muerto.