Catherine Torres a través de su cuenta de Twitter contó cómo fue acosada por un policía, lo que abrió un debate público en redes sociales.

Los ‘piropos’ tambien son acoso sexual

Catherine Torres a través de su cuenta de Twitter contó cómo fue acosada por un policía, lo que abrió un debate público en redes sociales.

Una palabra suelta de los labios de un uniformado significó más de diez minutos de llanto para Catherine Torres, de 22 años. Era la tarde del 24 de diciembre y la joven caminaba al pie de una Unidad de Policía Comunitaria, en Ceibos (norte de Guayaquil), cuando el agente policial, que manejaba un patrullero, le lanzó un “preciosa”.

En redes sociales estalló la historia de Torres dividiendo en dos grupos a las personas. Unos, apoyaron la denuncia de la joven y otros la criticaron y tacharon de “exagerado” el caso, argumentando que la palabra no era ofensiva. Pero, ¿cuál es la línea que separa un piropo del acoso callejero?

La psicóloga clínica y sexóloga, Karen Estrella, explica por qué este tipo de comportamientos pueden ser catalogados como acoso. “El agravio que se siente es porque viene de un desconocido y porque la persona trata de intimidar. Se maneja un lenguaje corporal de intimidación”, explicó.

De acuerdo a la especialista, a pesar de que las palabras como “preciosa”, “guapa” o “bonita” no denoten algún tipo de agresión, estas vienen con un gran contenido sexual cuando son dichas por un desconocido; es decir, el contexto es la problemática, mas no el término. Generalmente, en estos casos, hay un juego de roles, donde el victimario cree tener el poder sobre quien es su víctima, lo que lo lleva a pensar que tiene el derecho sobre ella poniéndola en indefensión.

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En el interior del vehículo policial que conducía el agresor de Catherine estaban otros uniformados; sin embargo, ninguno de ellos corrigió el comportamiento del victimario; prefirieron callar y alejarse de la situación. Esta acción —explica la especialista— se debe a la normalización que se le ha dado al acoso callejero. “Esto es producto de un aprendizaje de indefensión; es decir, nadie hace nada, porque simplemente es parte de la norma, como base está la falta de educación asertiva”, dice.

Un estudio realizado por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC) reveló que 65 de cada 100 mujeres en el Ecuador, han experimentado por lo menos un hecho de algún tipo de violencia a lo largo de su vida, siendo la agresión psicológica la segunda de la lista.

A diario, miles de mujeres son acosadas en las calles, mientras van al mercado o caminan con sus perros en las aceras. Reciben miradas, chiflidos o palabras que, para la sociedad son normales, porque se las ha visto como un cumplido y solo queda aceptarlos; aunque, en realidad, sean un tipo de violencia. La situación que sufrió Catherine fue más grave porque su agresor era la misma persona que debía darle protección, un policía.

La joven, a través de redes sociales, contó lo que vivió trayendo consigo una ola de testimonios sobre otras mujeres violentadas verbalmente por uniformados y por civiles. La joven cuenta a EXTRA que en ese momento sintió indignación y frustración, “cuando te acosan llamas al ECU-911 y te rescatan los mismos agresores”, comentó.

“Sientes que tu cuerpo no es tuyo que, en realidad, es un objeto. Ya no somos personas”, lamenta Catherine. El estrés crónico que tuvo la joven es la sintomatología que presenta una víctima de violencia psicológica. “Cuando la persona es acosada busca a un policía para que le dé protección, pero si no la encuentra es aún mayor el impacto que se tiene”, detalla la especialista.

Sin embargo, en Internet, Catherine fue juzgada por personas que debatían si es que era “digna” de recibir un halago por su físico, obviando que el tema abarcaba el acoso callejero que sufren las mujeres por parte de quienes sirven al país y a los ciudadanos. “De todas las respuestas que recibí son una representación de la sociedad machista en la que vivimos. Lo mío fue un acoso, pero cuando una mujer trata de reclamar abuso o violación se trata de hacerle perder la credibilidad”, comenta la estudiante de Ciencias Políticas.

Consecuencias del acoso

Ya sean palabras, una mirada o un silbido, estos van ligados a una intención, lo que genera una sensación de inseguridad en la persona que recepta el comportamiento del acosador, provocando que la víctima se proyecte ante un peligro eminente. “Lo que puede suceder es que pase del acoso verbal al acoso físico, ya sería el roce e incluso podría llegar a un nivel mayor al exhibicionismo y la persecución”, añadió la especialista.

Tras la agresión, las víctimas cambian su estilo de vida, se sienten culpables y su autoestima baja de forma drástica. Sufren de ansiedad y toman otras rutas para no toparse con su agresor, también llegan a utilizar otra ropa porque piensan que, quizá, su vestimenta fue la culpable del acoso. En casos más alarmantes llegan a caer en depresión. “La sociedad nos hace creer que si somos violentadas es por nuestra por culpa. Por provocar, por andar solas, por caminar en la tarde, por usar ropa escotada”, desarrolla Estrella.

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Catherine se acercó a la UPC y denunció el hecho al encargado; sin embargo, la respuesta que tuvo de ellos fue que no habían sido los culpables. Muchas veces por el miedo o la culpa que sienten hombres y mujeres que han sido acosados genera que no puedan reaccionar y que no corten el acoso. El silencio de las víctimas le da mayor fuerza a los agresores.

¿Cómo actuar ante un acoso?

Los piropos o cumplidos dichos por desconocidos se consideran como acoso sexual, esto lo establece el artículo 166 del Código Orgánico Integral Penal y la sentencia por este delito van de seis meses a dos años.

El artículo 166 del COIP establece que el acoso sexual se presenta cuando una persona prevaliéndose de una situación de autoridad solicita algún acto de naturaleza sexual. También se produce cuando la víctima es menor de 18 años de edad o una persona con discapacidad, y cuando la persona solicite favores de naturaleza sexual que atenten contra la integridad sexual.

“Es común, hay un alto índice de abuso y acoso sexual. En la Fiscalía de flagrancia (Guayaquil) se reciben diariamente 5 a 7 denuncias”, menciona Joselito Argüello, magíster especialista en Derecho Penal. El doctor en leyes recomienda que si la persona fue víctima de un abuso o acoso sexual debe poner la denuncia en la Fiscalía o llama al número de emergencias para que la persona sea detenida. El agresor será puesto a órdenes de un juez. Después se realizará una audiencia donde se comprobará si el aprehendido es culpable.

La norma constitucional determina que estos delitos no son públicos para que la persona no sea revictimizada, por lo que la información se maneja con reserva para que no se vulnere su estado psicológico.

Erradicación del acoso callejero

Los expertos en psicología opinan que la responsabilidad para que se evite que las futuras generaciones caigan en estas agresiones es de todos, por ello, la educación para que esta sea erradicada debe venir desde los hogares hasta poderes gubernamentales.

Se pueden generar proyectos en los que se le explique a los niños que bajo ninguna circunstancia deben irrespetar al otro, para que así, finalmente desaparezca esta problemática.

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