Lloramos por ti, Venezuela
La cuna del Libertador, el país con mayores reservas petroleras del mundo, una nación libre, rica, con gente maravillosa; el destino durante décadas de millones de migrantes colombianos que huían de la violencia y buscaban una mejor vida, hoy por desgracia se desmorona en lo económico, en lo social y en lo político. Colombia es el país que más tiene que ganar o perder con lo que suceda en nuestra hermana república. Nos unen la historia, la cultura, la geografía, la economía, más de 2.200 km de frontera viva... Por eso siempre hemos deseado que a Venezuela le vaya bien. Cuando Hugo Chávez fue elegido, con el apoyo de buena parte del empresariado, pocos lo confrontaron. Fui uno de esos pocos. Arreglar la situación con Chávez no quería decir que teníamos que estar de acuerdo en la forma como cada cual pensaba o manejaba su respectivo país. Eso era imposible. Simplemente teníamos que respetarnos las diferencias y trabajar sobre lo que les convenía a los dos pueblos. Así fue. ¿Cómo pasamos de la agresividad a la cordialidad? Con el humor... y la historia. Le propuse lo mismo que Reagan a Gorbachov cuando se reunieron por primera vez para discutir la disminución del arsenal nuclear. Reagan le dijo a su colega soviético que ni él se iba a volver un comunista ni esperaba que Gorbachov abrazara el capitalismo, pero que podían trabajar juntos por un objetivo superior: salvar al mundo de un desastre nuclear. Tampoco yo me iba a volver un revolucionario bolivariano, ni Chávez un demócrata liberal. En nuestro caso el objetivo superior era la paz de Colombia, con altos beneficios para toda la región. En ambos casos funcionó. Nos propusimos dejar que la historia rindiera el veredicto final. Colombia ha crecido muy por encima del promedio latinoamericano, tiene inflación por debajo del 4 %, es campeón en la región en reducción de la pobreza, en nivel de inversión y en generación de empleo, obtuvo y mantuvo grado de inversión, ha modernizado su infraestructura y ha fortalecido la educación como nunca antes. Venezuela se convirtió en el país más endeudado y con la inflación más alta del mundo, la pobreza supera el 82 %, la contracción de la economía es cercana al 40 %, la inseguridad se disparó, la muerte de pacientes en los hospitales se multiplicó por 10 y de recién nacidos por 100. Hay escasez crónica de divisas, de medicinas y de alimentos. La gente se está adelgazando por física hambre y emigrando en busca de una mejor vida. Lo más grave es que, a la par de la economía, a la democracia también la han destruido. Infortunadamente, la corrupción se convirtió en la voz cantante del régimen y el respeto por los derechos humanos dejó de existir. Hasta cuando murió Chávez las formas democráticas se mantuvieron. Incluso durante Maduro, se reconoció a regañadientes la mayoría que obtuvo la oposición en las últimas elecciones legislativas. Pero a partir de ese momento, le han propinado golpe tras golpe a la institucionalidad democrática hasta llegar al tiro de gracia: una Asamblea Constituyente ilegítima. Los países de la región y de la comunidad internacional que defienden los valores de la paz y la libertad deben seguir presionando, cada vez con más fuerza y con acciones efectivas, por un rápido restablecimiento, ojalá pacífico, de la democracia en esa gran nación. Mientras tanto, lloramos por ti, Venezuela.