Consultas. Amenazada por la posibilidad de perder su condición de ponente del proyecto de reformas, Ximena Peña voló al escaño de Henry Cucalón.

Ley de elecciones: un pantano

El segundo debate del Código de la Democracia se complica. A este paso, las próximas elecciones se celebrarán con las mismas reglas que las anteriores.

Cincuenta minutos bastaron para poner en evidencia el pantano en que se encuentra enfangado el segundo debate de las reformas al Código de la Democracia. Para empezar, los textos sometidos a discusión por la asambleísta ponente, la oficialista Ximena Peña, presidenta de la Comisión de Justicia, son una maraña que exige borrar todo y comenzar de nuevo. En segundo lugar, el procedimiento no está claro y hay algunos asambleístas que lo rechazan por ilegítimo. Para terminar de complicar las cosas, la propia Ximena Peña ha sido cuestionada como ponente. Con todo esto, lo único que parece seguro es que las próximas elecciones, las presidenciales y parlamentarias de 2021, se celebrarán con las mismas reglas que ya demostraron su ineficacia en los comicios pasados: el mismo método de asignación de escaños (D’Hondt), las mismas circunscripciones territoriales, la misma falta de control sobre los gastos de campaña...

Fue la propia Ximena Peña la primera en expresar sus dudas de que las reformas puedan estar listas a tiempo para las próximas elecciones (para lo cual deberían ser aprobadas por la Asamblea, considerando todos los plazos establecidos en la ley, a más tardar en noviembre). Lo dijo en la puerta del salón plenario, cuando la sesión estaba a punto de comenzar. Ahí mismo, anunció su decisión de proponer un método de debate similar al empleado para el Código Penal: separar las reformas en capítulos o temas y destinar una jornada diferente a cada uno. Sin embargo, una vez iniciada la sesión y cuando pidió la palabra, no propuso nada. Parece que se sintió íngrima: faltaban al menos una veintena de asambleístas de su bloque (cosa que, por lo demás, se ha vuelto una costumbre) y hasta el presidente César Litardo, que se supone empeñado en sacar adelante las reformas, se ausentó (lo cual tampoco es una sorpresa para nadie).

Sin nada que proponer al Pleno que no fuera un retórico llamado a que “juntos construyamos la imagen de la Asamblea”, Ximena Peña tuvo que resignarse a escuchar cómo los integrantes del resto de bloques (y en esto hubo unanimidad, desde CREO y el socialcristianismo hasta los correístas) se dedicaban a descuartizarla alegremente.

Arrancó César Rohón (PSC), quien la acusó de “divagar” y rechazó su pretensión de poner al Pleno a discutir las distintas propuestas del Consejo Nacional Electoral: una de su presidenta, Diana Atamaint, otra del consejero de minoría Luis Verdesoto y una tercera del Tribunal Contencioso Electoral. “¿Cuál es la propuesta del CNE? ¿Qué vamos a debatir?”, se preguntó Rohón. Continuó Lourdes Cuesta (CREO), sorprendida por el hecho de que las propuestas del CNE, aparte de no estar unificadas, llegaran recién en septiembre y pretendan cambiar el 80 por ciento de la ley en tiempo récord.

Remató Pabel Muñoz con la versión correísta de la historia. “Seamos serios -zanjó-, cancelemos este debate”. “El ambiente político -dijo- está enrarecido. ¿Cómo vamos a debatir el tema de los financiamientos? Esa discusión va a terminar contaminada”. Es decir: ya que su partido está implicado en un escándalo de corrupción por el origen de sus fondos de campaña, no se puede regular los fondos de campaña. Y añadió: “La Asamblea tiene apenas el 15 por ciento de credibilidad. ¿Tenemos la legitimidad para trabajar esta reforma?”. Quizás no. Ni ninguna otra. Quizás deberían apagar la luz y volver todos a sus casas.

Roberto Gómez (CREO) puso la cereza sobre el pastel. Mocionó que se pida a la Comisión de Justicia designar a otro ponente: “cambiar a alguien que tiene buenas intenciones por alguien que puede hacer las cosas bien”, fueron sus palabras. Con Ximena Peña corriendo (como siempre) al escaño del socialcristiano Henry Cucalón, su compañero de comisión, de ahí a la Presidencia y luego nuevamente al escaño de Cucalón (quien hacía aparentes gestos de no querer saber nada del asunto, cualquiera que este fuera), concluyó la sesión cuando apenas eran las 12:30. El presidente encargado, César Solórzano, no supo más qué hacer.

Calendario

119 sesiones más tarde...

El número de la sesión lo dice todo: 492. Es decir que el segundo debate de las reformas al Código de la Democracia es la continuación de una sesión iniciada en enero de 2018. Desde entonces han transcurrido 119 sesiones (ahora van por la 611) sin que a nadie se le ocurriera mover las cosas para que las reformas puedan estar listas a tiempo para regir sobre las elecciones del 2021.