“La dura lucha por la igualdad de las valientes mujeres en el mundo”
No nos enseñan en colegios y universidades que la Revolución francesa (1789), tomada como ejemplo de libertad para las colonias españolas de América, discriminó a la mujer. Pues bien, esta revolución que proclamó los derechos del hombre y del ciudadano mandó a la guillotina a la militante revolucionaria Olympia de Gouges por proponer la Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana. La Convención, el parlamento revolucionario, clausuró todas las asociaciones políticas femeninas y prohibió que las mujeres debatieran con los hombres en condiciones de igualdad. No debían hablar ni votar. Las seguidoras de Gouges fueron encerradas en el manicomio. Manon Ronald, esposa del ministro del Interior, también fue ejecutada “por su tendencia antinatural a la actividad política”, pues había traicionado su naturaleza femenina destinada a cuidar el hogar y parir hijos valientes; el bien común, en la Revolución francesa, se fijó en la igualdad y fraternidad, pero no para las mujeres. En 1804 Napoleón Bonaparte se declaró emperador de Francia y dictó un Código Civil, injusto y vejatorio para las mujeres: las casadas fueron privadas de derechos y necesitaban de autorización para casi todo. El marido se podía divorciar por adulterio de su esposa; el adúltero pagaba una multa, la adúltera iba a la cárcel. El historiador Eduardo Galeano en su obra Espejos, cuenta que estas disposiciones y costumbres rigieron en Francia durante más de un siglo y medio.
Lic. César Burgos Flor