Juventud amenazada

Los niños y adolescentes ecuatorianos, en edad escolar y colegial, están siendo sometidos -de acuerdo a las últimas y tan graves revelaciones- en varios planteles del país, a muy graves peligros contra su integridad y formación, lo que implica un gran riesgo para su futuro. El consumo de drogas, el uso de armas en los centros de estudio y el abuso sexual por parte de desaforados docentes, han formado parte de las noticias no solo de crónica roja sino de la primera plana de los periódicos.

El vicio con sustancias alucinógenas a que son inducidos jóvenes, incluso desde su edad infantil, es uno de los graves problemas al que se enfrenta la sociedad nacional, sobre todo los padres de familia, que a veces han tenido que encadenar a sus vástagos para impedirles que salgan a la calle, donde adquieren los nocivos productos, elaborados con las sustancias más tóxicas (para que resulten más “baratos”), que los enloquece y hasta puede conducirlos prematuramente a la muerte.

No obstante que la Policía Nacional ha emprendido grandes redadas contra las bandas de narcos, que consiguen la mejor clientela en colegios y escuelas en cuyos alrededores se ubican para ejercer su nefasto negocio, no se logra aún erradicar el peligro que amenaza diariamente a los estudiantes, torciéndoles su destino.

No es excepcional que se haya descubierto en algún colegio que un alumno sea el portador de un arma de fuego cargada. No se trata precisamente de que los jóvenes se conviertan en pistoleros y amenacen a sus propios compañeros, sino que es una forma de protección contra una delincuencia que también ha tomado como sus víctimas a niños y adolescentes, para arrebatarles sus celulares o algún otro objeto de valor que lleven consigo. Sin embargo, esa forma de protección puede conducir a terribles incidentes con el saldo de víctimas mortales entre los compañeros del joven armado.

Los acosos sexuales en un plantel de Guayaquil, con dos profesores ya encarcelados y uno buscado, para que pague por sus aberraciones, ha permitido detectar que se trata de una suerte de “epidemia” que abarca todos los confines de nuestro país, con cientos de niños y adolescentes que han sido víctimas de estos peligrosos maestros pedófilos.