Juan Guaido (I)
¿Va a funcionar? Esa es la única pregunta que importa. ¿Juan Guaidó se convertirá en el líder que derrocó a Maduro? Antes de responderla debemos hacernos otra: ¿por qué esta vez sería diferente? Ganaron las legislativas en 2015; les quitaron sus poderes. Que el referéndum, que la Carta Democrática, que las protestas, que el mundo está de nuestro lado. Y nada. Ahí sigue. El apoyo incondicional del Ejército al régimen le ha permitido utilizar los medios de represión y paralización que considere necesarios. Ese es el centro del asunto. Podemos, y debemos, agregarle la descordinación y desunión de la oposición. Y sumarle una tardía respuesta regional. Ahí tenemos completa la receta del desastre. Pero que no se nos olvide: los incentivos de mantener el control de los recursos energéticos, sus ganancias económicas y la impunidad política del Ejército, son los que mantienen inalterado al residente del palacio de Miraflores. De ahí que parte de la estrategia de Guaidó sea promover desde la Asamblea la amnistía para soldados de rango medio y bajo. Buscan romper filas. Desacato. Desestabilización interna. ¿Persuasivo? Escaso impacto. Considerando los nulos resultados en materia legislativa y de “poder real”, son pocos los incentivos de arriesgar su puesto y estabilidad para pasar a la línea del traidor. Ese camino de desobediencia militar debería estar descartado. O al menos no depender de ella. La esperanza reside entonces en lo siguiente: la decisión, rápida actuación y respaldo internacional a Guaidó. El 23 de enero le pidió al pueblo venezolano tomarse las calles. Esta vez con un objetivo: demostrar el apoyo político que tiene su causa. Mostrar al mundo que no es solo él quien ve a Maduro como un usurpador. Legitimidad popular para que el mundo pueda incorporar a su discurso “el pueblo de Venezuela ha hablado”. Y respalden su decisión de proclamarse presidente. Tiene que ser esa palabra. Presidente. Ninguna otra. Y del otro lado debe decirse “reconocimiento”. No “apoyo”. Ni adjetivos a su valentía. Reconocimiento. Solo ahí podríamos hablar el próximo viernes de lo que va a pasar. Si no, para qué: ya conocemos la historia.