El incontrolable Assange
Por el deber irrenunciable de garantizar el respeto que merece la representación institucional del país, cualquiera que esta sea, el presente editorial quiere llamar la atención de quien por mandato constitucional define la política exterior y es jefe del Estado.
Y Expreso se decide a publicarlo cuando resulta intolerable continuar sometidos, sin la reacción correspondiente, al comportamiento del señor Julian Assange, quien desde la Embajada del Ecuador en Londres es un permanente violador de las normas a las que deben someterse las personas bajo condición de asilo.
En efecto, y cabe recordarlo, esa es la situación que mantiene ya por algo más de cinco años el señor Assange en nuestra misión diplomática en el Reino Unido y desde la misma, no puede hacer ningún tipo de declaraciones políticas y aunque ya ha recibido advertencias respecto a violaciones similares e incluso otras peyorativas en relación con nuestro país, pareciera no tener la menor intención de acatarlas.
Por ello, en oportunidad de sus recientes pronunciamientos a favor de la independencia de Cataluña, coincidentes con la visita que le hiciera el señor Oriol Soler, uno de los ideólogos de dicho propósito secesionista, es imperativo hacerle al señor Assange una advertencia final: o se atiene rígidamente a las condiciones que el derecho internacional establece para los asilados o tendrá que dejar la embajada.
No puede ser que una inexplicable tolerancia le establezca privilegios que pueden alterar las magníficas relaciones de la República del Ecuador con el Reino de España, que acoge a miles de conciudadanos nuestros en su territorio. No puede ser que desde los balcones -ahora famosos- de nuestra sede diplomática, ofenda al gobierno británico y al sueco.
Si su afán de protagonismo es incontrolable debe buscarse otro escenario para satisfacerlo. Continuar utilizando el que ahora tiene a su arbitraria disposición no debe ser posible. Ya fue rocambolesco su acceso a la posibilidad del asilo y generó tensiones con países amigos. Ojalá que no lo sea su salida.
El Ecuador “reconoce los derechos de los distintos pueblos que coexisten dentro de los Estados, en especial el de promover mecanismos que expresen el carácter diverso de sus sociedades” pero no el que arbitrariamente se quiera romper su unidad.