Bebida. Jorge Martínez muestra una porción de la chicha helada.

Un guayaco hurga en los secretos de la chicha de jora

En los páramos, los indígenas relacionan a ese líquido amarillento y fuerte que se obtiene del fermento del maíz con rituales ceremoniales y ancestrales.Alejado de ese mundo andino, en el número 4312 de las calles Cuenca, entre la 16 y la 17, en

En los páramos, los indígenas relacionan a ese líquido amarillento y fuerte que se obtiene del fermento del maíz con rituales ceremoniales y ancestrales.

Alejado de ese mundo andino, en el número 4312 de las calles Cuenca, entre la 16 y la 17, en pleno suburbio Oeste, Jorge Martínez Quiroz y su esposa Lidices Soto la ofrecen como una bebida refrescante y hasta como ingrediente para un plato determinado de la gastronomía local: seco de chivo.

Martínez dice que por la línea materna mantiene cierto nexo con la serranía ecuatoriana. Cree que precisamente de esa vertiente le provino ese repentino interés que le surgió hace unos ocho años por la chicha de jora.

“Cuando era un infante, en las casas se preparaba un refresco con esta chicha. Yo quise rescatarla. Busqué la manera de obtener la fórmula de preparación”, contó el hombre, un maestro de escuela jubilado.

El proceso de preparación no es fácil. Tampoco resultó sencillo dar con su fórmula. Viajó a la Sierra unas cuantas veces y hasta se entrevistó con comerciantes indígenas que venden la chicha en determinados mercados de la ciudad.

“Tuve que hacerme amigo, por interés, debo reconocerlo, hasta que alguien me descubrió la manera de prepararlo”.

La base es una harina de una variedad de maíz serrano. Esta se la traen cada quince días. “No diré cómo se la prepara, pero sí que toma mucho tiempo. El resultado es un líquido que con azúcar se vuelve una bebida refrescante y energizante”.

El local donde se ofrece la chicha es un bazar. Pero ahí esta pareja de guayaquileños la vende desde un dispensador de bebidas frías. Hasta ahí llegan los vecinos a comprar la botella, que tiene un valor de $ 1,50.

Pero son más los indígenas que laboran en los mercados de la ciudad que arriban en búsqueda de la chicha. “Algunos compran por galón. Las convidan en sus fiestas”, agrega Lidices. (F) RGS