Imagen. Una de las fotos más antiguas que se han publicado del cantante.

Familia y ninez

El título de la serie es de una de las canciones más populares de JJ, grabada en 1968. Un valse peruano cuya letra es del autor chileno Luis Aguirre Pinto.

Julio Alfredo Jaramillo Laurido nació en Guayaquil el 1 de octubre de 1935, a las tres de la tarde, en la clínica Panchana. El parto fue atendido por el Dr. Liborio Panchana y el niño fue bautizado con los nombres de Julio Alfredo.

Hijo de Juan Pantaleón Jaramillo Erazo, nacido en la población de Machachi, provincia del Pichincha, alrededor de 1902, quien por huir de la pobreza existente en la Sierra arribó a Guayaquil a finales de los años veinte en compañía de su hermano Damián; y para sobrevivir trabajó en diferentes oficios, desde sastre hasta marmolista. El 14 de febrero de 1932 contrajo matrimonio con Apolonia Laurido Cáceres, hija de un obrero jamaicano de apellido Laurit, traído por el Ing. Harcher Harman para la construcción del ferrocarril Guayaquil - Quito. Doña Apolonia tuvo una hija en un segundo compromiso llamada María Antonieta Jiménez Laurido, radicada luego en Barcelona.

Juan Pantaleón se especializó como obrero marmolista en la fábrica de un ciudadano italiano y murió a causa de un accidente de trabajo ocurrido el 2 de abril de 1941 mientras fabricaba una cruz de marmolina para la tumba de su hijita recién fallecida. Al sacarla del molde, sufrió un resbalón y la pesada cruz le golpeó en el vientre y desgarró un brazo. Llevado de urgencia al hospital, no pudo soportar una aguda hemorragia interna y le sobrevino un paro cardiaco.

Sus dos hijos: el mayor llamó Pepe, nacido el 15 de diciembre de 1933 y Julio. Quedaron huérfanos y en grave desamparo, pues doña Apolonia, aunque había cantado de chica a dúo con su madre y en los coros de las escuelas religiosas donde aprendió las primeras letras, solo era una ama de casa que sacó fuerzas para ganarse la vida y vendió chicles, colas y sánduches frente a la Piscina Olímpica, a donde se había cambiado. Después fue enfermera veladora nocturna en la clínica Edmundo Vera y consiguió trabajar de día en los Laboratorios ECU, por lo cual casi no tenía tiempo para dormir. Finalmente, fue enfermera en el hospital de aislamiento Alejandro Mann.

Julio siempre había sido un niño delicado de salud. Sufrió de bronconeumonía, tuvo principio de parálisis infantil, le sobrevino la difteria, una disentería amebiana y hasta fiebre tifoidea, pero siempre le atendió el Dr. Francisco de Ycaza Bustamante, pediatra especializado que no le cobraba a su madre en el hospital de aislamiento donde ella trabajaba, porque había sido su padrino de matrimonio. De todo eso le quedó un asma inveterada que no le abandonó nunca.

Con su madre habitaban un pequeño departamento en las calles Gómez Rendón y Villavicencio y estudiaron en la Escuela de Artes y Oficios de la Sociedad Filantrópica del Guayas. Pero Julio solo llegó al tercer grado porque faltaba a clases y era considerado un niño problema. En cambio Pepe era más formalito, aunque muy callado e introvertido, difícil para sacarle palabras.

En 1940 vivían en un chalet de madera y caña en Brasil y Coronel. Frente a ellos se mudó un músico llamado Ignacio Toapanta, que además era fabricante de guitarras, a cuyo departamento de soltero empezaron a concurrir diariamente un grupo de muchachos con el ánimo de aprender dicho instrumento. Allí se iniciaron los hermanos Jaramillo y descubrieron que ellos también podían rasgar guitarras y cantar bonito. Julio se construyó una de bambú para practicar en su casa, pero su madre se oponía a que fueran cantantes y cuando los escuchaba les daba duro en la boca.

El 43 se cambiaron a Guaranda y Manabí. Doña Apolonia, a quien apodaban Polita, matriculó a Julio en la escuela fiscal ‘Francisco García Avilés’ ubicada en los contornos, cuyo director era el maestro Lauro Dávila, comprometido con los músicos y autor de numerosas letras utilizadas en canciones muy populares. Pepe asistía al Programa Tribuna Libre del Arte en Radio Ortiz y a otro de carácter infantil que se pasaba semanalmente en Radio América. En el primero conoció al locutor Carlos Armando Romero Rodas. De estas andanzas nada sabía doña Apolonia, pues a causa de sus dos trabajos carecía de tiempo para el hogar y los chicos andaban sin control o como se dice, bastante sueltos.