
Escasa defensa contra los rayos
Estos eventos formaron parte de dos de las tormentas eléctricas registradas este invierno sobre Guayaquil de manera sucesiva.
La tarde y noche del pasado lunes fueron tormentosas. El cielo se deshacía en una lluvia copiosa -en algún sector cayeron hasta 70 milímetros de agua, cuando lo esperado para todo el mes es 272 mm-. El viento remecía los árboles violentamente, mientras cada cierto tiempo enormes chispas eléctricas parecían caer sobre ciertos puntos de la ciudad, seguidas por un golpe sonoro, breve y seco. Algo similar ocurrió el viernes, cuando un rayo hizo “temblar” el Malecón 2000, lo iluminó y asustó a algunos viandantes.
Estos eventos formaron parte de dos de las tormentas eléctricas registradas este invierno sobre Guayaquil de manera sucesiva.
En noches como esas, los porteños se alarman. No es para menos. De vez en cuando, en circunstancias dramáticas, los rayos terminan cayendo sobre alguna subestación eléctrica y afecta al servicio de energía, provocando un apagón colectivo que daña electrodomésticos y equipos eléctricos. Eso si en el peor de los casos no acontece alguna desgracia fatal. Los rayos matan. Son capaces de trasladar hasta 100 millones de voltios.
Una encuesta ejecutada en 2014 por el Grupo de Electricidad Atmosférica, del Ministerio de Ciencia y Tecnología de Brasil, determinó que la caída de rayos provocó la muerte a 1,7 personas por cada millón de habitantes en América Latina. Ese informe ubica a Ecuador en el décimo puesto entre los de mayor incidencia de decesos, con 0,3 muertes por cada millón de personas.
Brasil ocupa el primer lugar. Es el país en el que cada año caen 50 millones de rayos. “En Guayaquil no son tantos, pero sí podemos observar que ha ido en aumento”, dice John Defas Lozano, un ingeniero en electricidad y técnico de Casa del Cable, la empresa que más pararrayos ha instalado en la ciudad: 400 en los últimos ocho años.
Casi la totalidad, vinculados con el mundo empresarial e industrial. Esto ligado a un hecho: no existe una normativa municipal que obligue a los constructores de edificios y viviendas a la colocación de pararrayos.
En Quito, el Cuerpo de Bomberos lo tiene como uno de sus requisitos para permisos de funcionamiento. Una diferencia que tiene una razón: si en la capital caen de 20 a 50 rayos al año por kilómetro cuadrado, en Guayaquil son de 5 a 10.
En el Puerto Principal, las antenas de telefonía celular distribuidas por toda la ciudad tienen instalado el sistema. En la parte más alta, se observa lo que se conoce como punta franklin, que cuenta con una conexión a tierra que permite la canalización de la energía que atrapa el rayo.
Lo tienen algunas estaciones de combustible, al igual que complejos modernos como el nuevo Hospital del Seguro, al que por su extensión se le colocarán nueve puntas. El recién inaugurado edificio de Petroecuador requiere de uno. En el complejo industrial de Toni, en la vía a Daule, hay cinco; en el estadio Capwell, tres.
Los centros comerciales también están protegidos con pararrayos. En la avenida Carlos Julio Arosemena, el dueño de una de las vallas publicitarias ubicadas cerca de la Universidad Católica tiene aplicado este sistema.
¿En el sector residencial? Muy poco. “No hay cultura del uso del pararrayos. Quizá porque los guayaquileños no los consideran un riesgo”, agrega Defas. “Pero la situación está cambiando”.
Una opinión similar tiene Christian Murillo, uno de los voceros de Delta Global, una empresa dedicada a ofrecer soluciones energéticas alternativas y quien oferta uno de los más modernos sistemas de pararrayos en la ciudad, el PDCE, que genera un domo de entre 100 y 200 metros, en los que evita que se formen los rayos. “Hay sistemas antiguos y con poco mantenimiento. Solo se dan cuenta de esto cuando cae el rayo y provoca algún incendio”, apunta.
Si históricamente el Puerto Principal no es escenario propicio para las tormentas eléctricas, el panorama está evolucionando. “El cambio climático está incidiendo sobre algunos patrones atmosféricos”, detalla Raúl Mejía, coordinador zonal del Instituto Nacional de Meteorología e Hidrología (Inamhi). “Ahora hay más tormentas eléctricas. Esto debe llevarnos a tomar las precauciones del caso”.
Con todo esto, parece que no será suficiente el mecanismo que las abuelitas aplicaban: cubrir los espejos de las casas con una sábana oscura.
El camino que siguen los rayos en el Ecuador
No es Guayaquil la ciudad donde más rayos caen. Aunque no existen estudios vinculados con este tema, se asegura que la región Amazónica -con ciudades como Puyo y Tena-, es la de mayor incidencia. En la región Interandina, las de Cuenca, Ambato, Loja y Quito aparecen en segundo plano. De ahí siguen Guayaquil y ciudades costeras. Acerca de los decesos provocados por las tormentas eléctricas, en 2015, cada 45 días, alguien perdió la vida por este fenómeno de la naturaleza, según la información que recoge el anuario de nacimientos y defunciones publicado por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC). En países donde existe más incidencia de tormentas eléctricas, se emiten ciertas recomendaciones: retirarse de todo lugar alto, de los árboles; aislarse del suelo y del contacto con charcos, zonas mojadas, ríos y piscinas; apagar los teléfonos celulares, cuyas radiaciones electromagnéticas puedan atraer los rayos.