Diaspora de manabitas a Guayaquil

En las ciencias sociales, los especialistas hablan de diáspora antes que de migración. Es porque esa palabra tiene una mayor significación cognitiva. Permite percibir, comprender y explicar cómo, cuánto y por qué se producen flujos humanos, continuos, naturales y excepcionales, por diferentes razones.

En esta línea, de mayor y mejor comprensión, nos referimos a una situación socioeconómica, política, demográfica y cultural que se produjo como resultado inmediato del terremoto que afectó a las provincias de Manabí y Esmeraldas. En las dos el efecto frente a la situación y experiencia dolorosa que vivieron fue el de salir sin demora de esos lugares.

Esto nos conduce a comprender de mejor manera, con más objetividad y certeza, la singular relación y el vínculo que histórica y tradicionalmente ha existido entre las poblaciones de Guayas y Manabí. Así es no solo en un plano económico, sino fundamentalmente sociodemográfico. Todos reconocemos que Guayaquil es posiblemente la ciudad que mayor número de manabitas recepta. Hoy ellos suman más de 100.000.

Por eso ya ha comenzado a manifestarse un hecho y proceso que se esperaba: la salida de centenares y miles de manabitas hacia la provincia del Guayas, especialmente a Guayaquil. Vienen por tres razones: la primera porque tienen parientes y lazos consanguíneos; familiares asentados en esta ciudad desde hace décadas. La segunda razón es porque entre Guayaquil y Manabí hay un vínculo étnico y sociocultural que data de muchos siglos. La tercera, posiblemente la más poderosa, es que la ciudad-puerto sigue siendo para los manabitas, sobre todo ahora, en tiempos de tragedia y como consecuencia del desastre, la tierra de oportunidades.

Los manabitas saben que en Guayaquil, sede del más dinámico comercio del país, están las mejores perspectivas de recuperación económica, de posibilidad de empleo y de encontrar y asumir una vía efectiva de reconstrucción socioeconómica de sus vidas. Por eso la urbe debe mostrar mayor receptividad, sensibilidad y comprensión hacia este flujo humano que se inició el 17 de abril y que tendrá mayor intensidad y frecuencia.

Una vez más, Guayaquil se muestra como tierra hospitalaria, ciudad solidaria, lugar para recomenzar y también como zona de ayuda y apoyo a las víctimas del terremoto.