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Es curable el antisemitismo

¿Es curable el antisemitismo?

Una manifestación en el Reino Unido encendió la alarma por un aparente resurgimiento del antisemitismo en política. La crisis gira en torno de revelaciones de que Jeremy Corbyn, líder del Partido Laborista y crítico ardiente de Israel, apoyó en 2012 al autor de un mural antisemita. Pero mientras la opinión pública británica acusa al partido de izquierda y a su jefe de alentar el sentimiento antijudío, hay una cuestión psicológica importante que es preciso analizar: ¿podemos realmente culpar a Corbyn por no darse cuenta de la verdadera naturaleza del polémico mural? Aunque es posible que la respuesta sea afirmativa, las razones son complicadas. Hace tiempo que los psicólogos estudian los efectos del prejuicio sobre la capacidad de identificar sesgos en imágenes. En 2008, un equipo de psicólogos de la Northeastern University descubrió que las personas con más prejuicios hacia los judíos cometen más errores al tratar de determinar si alguien que aparece en una fotografía es judío o no. Más en general, cuanto más capaces se creen las personas de adivinar aspectos de la identidad de otros, más errores cometen en realidad. En las primeras décadas después de la Segunda Guerra Mundial, cuando el antisemitismo estaba incluso más difundido que ahora, los más prejuiciosos cometían menos errores cuando se les pedía identificar a personas judías en fotografías. ¿Qué cambió desde entonces? Una posible explicación es que el racismo actual es más implícito, y que los sesgos antisemitas operan en un nivel subconsciente. La gente sabe que ya no es socialmente aceptable expresar ideas racistas en público, así que las suprimen activamente. Otra teoría es que el carácter cada vez más multicultural de las sociedades modificó las percepciones de sus miembros. Los investigadores se preguntan si para encarar o eliminar los sesgos raciales en la actualidad no será necesario algo más parecido a un tratamiento médico o psicológico, en vez de debate político. En 2012, investigadores de la Universidad de Oxford hallaron que la administración de propranolol (un betabloqueante que se usa para tratar la ansiedad y la hipertensión) a sujetos de prueba blancos les provocó una suspensión transitoria del sesgo racial. Otros estudios han confirmado que la medicación puede incidir en el prejuicio racial de las personas. Psicólogos de la Universidad de Ámsterdam descubrieron que la hormona oxitocina (generalmente asociada con sentimientos de confianza y cooperación) puede aumentar el sesgo racial y la xenofobia. Hoy, la mayoría de las personas con ideas racistas reconocen que estas no son socialmente aceptadas. Pero como demuestra el escándalo reciente en RU, eso no implica que la intolerancia haya sido eliminada, sino más bien que el racismo moderno suele presentarse en formas más sutiles, pero igualmente potentes. La naturaleza psicológica del antisemitismo está cambiando, y las investigaciones sugieren que en ese proceso, los sesgos se hundirán todavía más hondo bajo la superficie. Si los miedos y elementos psicológicos relacionados con el antisemitismo realmente han cambiado, entonces también debe evolucionar el modo de identificarlos y encararlos. Pero no basta tratar los síntomas, sino que hay que ir realmente a las causas subyacentes del prejuicio inconsciente.