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La cuenta atras de Rousseff

Casi 24 años después de la destitución del presidente Fernando Collor de Mello, Brasil utiliza otra vez el instrumento más radical de su Constitución. Ayer comenzó la maratoniana sesión decisiva del ‘impeachment’ a Dilma Rousseff.

Polémica. Diputados con carteles a favor del ‘impeachment’ durante la primera de las tres sesiones en las que se decidirá el futuro de Rousseff.

Casi 24 años después de la destitución del presidente Fernando Collor de Mello, Brasil utiliza otra vez el instrumento más radical de su Constitución. Ayer comenzó la maratoniana sesión decisiva del ‘impeachment’ a Dilma Rousseff. La inició el polémico presidente de la Cámara, Eduardo Cunha, militante de la Iglesia evangélica y acusado de corrupción en el caso Petrobras. “Comienza la sesión bajo la protección de Dios”, dijo.

Hasta mañana desfilarán por la tribuna los representantes de los 25 partidos políticos brasileños y buena parte de los 513 diputados. Todo apunta a que la presidenta tiene las de perder. Rousseff, reelegida hace solo 15 meses, vive estos días una auténtica agonía política. Parte del país ve con incomodidad y rechazo a una jefa de Estado elegida por las urnas encaminarse hacia la pérdida de su mandato. Pero, por otro lado, el 60 % de Brasil apoya el proceso en su contra.

Al contrario de lo que pasó en los tiempos de Collor, cuando en el país reinaba una casi completa unanimidad contra el presidente, la división casi por la mitad de Brasil crea un clima de incertidumbre sobre lo que pasará en los días siguientes a la votación, sea cual sea el resultado.

En la sala de debate el clima fue tenso. El primero en subir a la tribuna fue uno de los ciudadanos que presentaron el recurso de destitución, el jurista Miguel Reale, que defendió la raíz última del ‘impeachment’, las denominadas en Brasil pedaladas fiscales, que consisten en recurrir a créditos de bancos públicos para enjugar el déficit presupuestario. Para Reale esto, simplemente, es ocultar la situación real financiera del país y constituye un “crimen de responsabilidad”, suficiente como para destituirla.

Después habló el abogado general del Estado, José Eduardo Cardozo, que minimizó este motivo, que consideró fútil, y sostuvo que la verdadera razón por la que el presidente del Congreso, Eduardo Cunha, enemigo de Rousseff, aceptó el recurso de Reale no fue su contenido, sino “la venganza personal y el chantaje”.

Cunha aceptó que el Congreso examinara el ‘impeachment’ horas después de que varios diputados del partido de Rousseff, el Partido de los Trabajadores (PT), votaran a favor de investigarlo en una comisión de ética.

De cualquier forma, el juicio es político y pocos miran las minucias técnicas de las confusas pedaladas fiscales. El motivo es más complicado de entender que las acusaciones de corrupción pasiva y conspiración que pesaban contra el expresidente Collor. Y más: los pecados de Rousseff parecen proporcionalmente pequeños ante un Congreso atestado de diputados investigados por corrupción (y asustados con el caso Petrobras), que en el último año se ha especializado, además, en aprobar aumentos de gastos populistas.

Rousseff no está implicada en ningún caso de corrupción. Nadie la ha acusado hasta ahora de haberse llevado un solo real a su casa. La paradoja ha sumergido a los brasileños en una exaltada discusión sobre la naturaleza del ‘impeachment’, mezcla de juicio jurídico y voto de desconfianza parlamentaria.

Sin poder contener la desbandada en el Congreso Nacional, el Gobierno jugó el jueves su última carta en el Tribunal Supremo Federal. El abogado general del Estado pidió la nulidad del proceso, alegando falta de garantías para la defensa. La mayoría de los jueces no aceptaron el recurso y el proceso siguió, de forma inalterable.

Los debates continuarán hoy y probablemente mañana. Será entonces el verdadero Día D de Dilma. Si el Congreso aprueba el proceso, difícilmente lo paralizará el Senado, donde la mayoría de diputados son aún más hostiles a Rousseff.

Si la oposición suma mañana los 342 votos mínimos exigidos, como parece probable, el proceso cumplirá su fase crucial y seguirá al Senado.

Rousseff ha asegurado que aunque pierda la votación de este fin de semana, va a continuar siendo presidenta de la República el lunes, que no va a renunciar, y promete continuar en la lucha por mantenerse en su cargo hasta el fin de la legislatura. Pase lo que pase, suceda lo que suceda mañana, es difícil imaginarse cómo la presidenta de Brasil seguirá dirigiendo el país las próximas semanas ante este clima. Mientras, el vicepresidente Michel Temer, antiguo aliado de la mandataria y ahora convertido en su peor enemigo (junto con Cunha), aguarda pacientemente entre bastidores a hacerse con las riendas del Estado.