Felices. La Navidad ha llegado a casa de Paola Vanessa (izq.) y su esposo, Pedro Arturo (der.), que ya ha superado el trance del infarto cerebral.

Un corazon del reves que late con fuerza

Aquella noche apenas durmió. Estaba muy disgustado por un problema laboral. Así que la mañana del pasado 30 de mayo se despertó temprano y, a las siete, se despidió de su esposa “con la bendición de Dios”.

Aquella noche apenas durmió. Estaba muy disgustado por un problema laboral. Así que la mañana del pasado 30 de mayo se despertó temprano y, a las siete, se despidió de su esposa “con la bendición de Dios”. Pero cuando trató de encender su desvencijado Lada Sedan del 95, Pedro Arturo Mayorga sintió que la mente se le nublaba, que tenía paralizado el lado izquierdo del cuerpo. Había sufrido un infarto cerebral.

Aterrada, Paola Vanessa Barberán se abalanzó sobre él. Lo agitaba como a un muñeco, en un intento por hacerlo reaccionar. Pedro Arturo estaba “medio consciente”, pero no podía responderle. Su lengua parecía una soga llena de nudos. Poco después, perdió el conocimiento. “Creí que me quedaría inválido”, rememora este guayaquileño de 46 años y padre de dos hijos. “Era como hablar con una persona muy ebria”, apostilla a EXPRESO su pareja, de 38.

Pedro Arturo, que trabaja en la aduana desde 2007, despertó en la Unidad de Cuidados Intensivos del hospital Teodoro Maldonado Carbo, donde permaneció dos semanas. Tenía un ojo cerrado; el brazo izquierdo, encogido como una grúa; y la boca, caída como si una pesa jalara de ella.

Paola Vanessa oraba sin descanso, a la espera de “un milagro”. Y “gracias a la medicación”, los coágulos que se alojaban en el cerebro de su amado “disminuyeron” de tamaño. De modo que lo trasladaron a observación, donde estuvo asilado siete días, y de ahí pasó a sala, donde se quedó otros veinte. La mejoría fue progresiva.

Sin embargo, los resultados de un electrocardiograma dieron un giro inesperado a su caso. “Me anunciaron que mi marido no tenía el corazón como los demás”, subraya ella. Una resonancia confirmó que padecía una dextrocardia de origen congénito. El órgano estaba “virado” y apuntaba hacia la derecha, no hacia la izquierda como es habitual.

Los facultativos, “sorprendidos” por el descubrimiento, se mostraron “extrañados” de que nadie le hubiera diagnosticado antes la anomalía, que no le había impedido ejercer de instructor en varias compañías de seguridad y de guardaespaldas para un exasambleísta. Porque lo normal es que se detecte en los primeros meses de vida.

De hecho, varios galenos se agolparon en su habitación y hasta se tomaron fotos con él. “Descartaron que la dextrocardia hubiera influido en el infarto cerebral”, apunta Paola Vanessa.

Al principio, su esposo no daba crédito. Ahora cree que esa peculiaridad le salvó la vida, aunque el cardiólogo Carlos Castro, del Teodoro Maldonado Carbo, no lo ve tan factible. “Es lo que él ha interpretado, posiblemente de la mucha información que le llegó de diferentes fuentes”, analiza.

Pedro Arturo abandonó el hospital en silla de ruedas. Las terapias y el amor de su pareja, sus hijos y compañeras de la aduana le ayudaron a conseguir grandes progresos en la recuperación. Recobró la vista del ojo afectado, la movilidad y el habla, aunque su cuello está anclado a la izquierda, se cansa al caminar y sufre pequeñas lagunas.

Debido a su discapacidad, del 50 por ciento, ya no labora como conductor y lo han reubicado en las oficinas de la aduana. Pero su corazón bombea con más fuerza que nunca. Por eso acaba de colocar el árbol de Navidad en su hogar, con decenas de luces, bolas y peluches. “Nos sentimos muy afortunados. Además, tenemos dos muchachos que son unos excelentes estudiantes”, resalta Paola Vanessa. “Esto lo considero un regalo. La Navidad ya entró en casa”, remata su marido.

Opinión médica

“Es un hecho novedoso”

Carlos Castro, cardiólogo del hospital Teodoro Maldonado Carbo, explica a EXPRESO que Pedro Arturo sufre una dextrocardia aislada. Es decir, que el corazón funciona correctamente a pesar de su “rara” posición.

Se trata de un “hecho novedoso” porque solo una de cada 10.000 personas posee esta peculiaridad. Pero Castro ya ha abordado una docena de casos a lo largo de su carrera: “No es una enfermedad, salvo que vaya acompañada de otras afecciones”.

A veces, la dextrocardia se extiende a más vísceras como el hígado o el estómago. Cuando esto sucede, se denomina ‘situs inversus’.