
America Latina, limpia
Ocho proyectos y casi 5.000 millones invertidos. Es la apuesta de Ecuador por las hidroeléctricas, cuyo emblema, Coca Codo Sinclair arrancó a la mitad de abril. En agosto, estará al 100 % y generará 1.500 MW.
América Latina no solo tiene en la Amazonía el pulmón del planeta y en los Andes su espina dorsal. El continente sudamericano tiene además en sus manos la capacidad de envejecer a base de contaminación la piel del globo o de mantenerla firme y limpia como la de un bebé.
De momento, va por buen camino. La matriz energética de la región tiene un predominio de fuentes hidroeléctricas, con un 47,1 %. Le lleva mucha ventaja al petróleo (10,9 %) o al carbón (6,4 %). En parte, este reparto energético donde predominan las fuentes respetuosas con el ambiente y no contaminantes es viable, porque Latinoamérica aún no tiene una demanda de energía tan exigente como la de los países altamente industrializados.
Pero también en parte se debe al esfuerzo y decisión de algunos países porque esto sea así. De hecho, 2015 fue el primer año en que los países en desarrollo invirtieron más en energías renovables que los estados desarrollados. Claro, que en ese reparto de emergentes que apuesta por la energía limpia lo lideran China, India y Brasil.
De los 285.900 millones de dólares que se aportaron a esta causa en todo el mundo el año pasado, 156.000 millones tenían el sello de emergente. Y de esos, China cumplió con 102.900 millones de dólares, según el informe de tendencias de inversión en energías renovables, elaborado en el seno de Naciones Unidas.
Aunque ningún país latinoamericano se acerca al poderío asiático, en conjunto, son un buen aliado de la causa: México invirtió 3.900 millones de dólares, Chile, 3.400 millones de dólares, Uruguay, 1.100 millones de dólares y Honduras, 567 millones de dólares. Son los más implicados, junto con Brasil donde se encuentran dos de las 10 centrales hidroeléctricas más grandes del mundo de las últimas tres décadas.
El resto de países del bloque tiene que avanzar para merecer la mención -entre los que se encuentra Ecuador, en tanto se materializan todos los proyectos hidroeléctricos- y los ya nombrados han de seguir por ese camino, al ritmo del desarrollo.
Porque también es verdad que América Latina está lanzando cada vez más emisiones de carbono al aire y a un ritmo más acelerado que a nivel global. Según el Worldwatch Institute, la región ha incrementado un 74 % sus emisiones de carbono desde 1990 hasta 2011, cuando alcanzó los 1.759 millones de toneladas. El promedio global fue del 56 % en el mismo periodo.
Esto se debe a que el continente latinoamericano ha aumentado en el mismo periodo su demanda energética un 39 % y solo el 18 % procede de fuentes renovables.
Que América Latina haya decidido avanzar en desarrollo a la par que en fuentes energéticas renovables es necesario y es el único camino a seguir. Algo de lo que son conscientes los propios países, con la firma de los acuerdos de París que sustituyeron a Kioto en el planteamiento de metas por la sostenibilidad del planeta. Y algo de lo que dan buena muestra los países que más invierten, gracias a macroproyectos como las hidroeléctricas, los parques eólicos o las plantaciones solares.
Los avances en infraestructura le dan el reconocimiento a Brasil de ser el país de la región que más avanzó en el camino sostenible, pero ya Chile es también líder en energía solar gracias a los 7.000 millones de dólares invertidos en los últimos siete años en instalaciones fotovoltaicas, biomasa, eólica e hidroeléctrica. Y Uruguay es el referente sudamericano en energía eólica en proporción a la producción de electricidad total, con 19 parques instalados y 28 más por venir.
Ecuador se ha unido a esta carrera por la sostenibilidad con grandes proyectos hidroeléctricos, como Coca Codo Sinclair, que cubriran el 90 % de la demanda energética y que están llamados además a apuntalar la economía, al ahorrar gastos en combustibles fósiles que se importan y al permitir incluso la exportación de electricidad a los vecinos, de acuerdo con los planes gubernamentales.
Lo construido y lo que queda aún por hacer serán la herencia por la que se resignarán o se alegrarán -dependiendo de la senda escogida- las generaciones posteriores.