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Educación. Universitarios relatan cómo la situación económica familiar influye en sus elecciones académicas.Miguel Canales Leon

Tener 20 años y preocuparse de estudiar y de pagar por ello

Los jóvenes con aspiraciones académicas enfrentan su primer dilema vital cuando la posición económica de sus padres no alcanza para la universidad

Durante el colegio y universidad la principal duda que inunda la mente de los ya graduados y futuros bachilleres gira en torno a la siguiente pregunta: ¿Y ahora qué debo hacer?

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Muchos jóvenes optan por una carrera universitaria después de graduarse de bachilleres. Sus padres les impulsan para que obtengan un título de tercer nivel, ya que creen que la formación universitaria es el principal medio para salir de la pobreza y tener estabilidad financiera.

Pero la realidad económica de cada joven determinará sus opciones de estudio y trabajo. Ahora bien, que alguien no cuente con las mismas facilidades de aquellos en situaciones más privilegiadas, no quiere decir necesariamente que no pueda acceder al tercer nivel.

El sociólogo Homero Ramírez Chávez, quien fue profesor por 33 años en la Universidad de Guayaquil en las escuelas de Derecho y Sociología, considera que el hecho de que para finales del 2019 solo el 14 % de la población cuente con título de educación superior, según cifras del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), no se debe a falta de cupos en universidades. “En general el pueblo tiene oportunidades de ingresar al estudio superior, pero hay cierto rigor que no cumplen, les falta disciplina académica”, diagnostica.

ESTADÍSTICACifras del INEC indican que en 2019 solo el 14,3 % de la población contaba con título de tercer nivel. Mientras que el 55,8 % solo tenía estudios básicos.

Diario EXPRESO recopiló los testimonios de varios estudiantes universitarios para conocer cómo su situación económica ha impactado en su trayectoria educativa y laboral.

Estudiantes de universidades privadas y estatales consideran que es necesario ayudar a sus padres con algún tipo de ingreso, pero no todos son capaces por cuestión de tiempo.

“Yo quería estudiar Medicina, pero por dificultades económicas no pude entrar en una universidad privada, pero por facilidades de pago pude entrar en la UCG a otra de las carreras que quería, que es Psicología”, dice Esteban Arboleda, de 19 años, quien tiene una beca del 50 % y trabaja medio tiempo en una heladería. Con su sueldo ayuda con gastos del hogar y la carrera. Es uno de los jóvenes que trabajan medio tiempo o tienen un emprendimiento para sustentar sus estudios superiores.

Lo mismo hace Fabiana Lazo, de 20 años, alumna de la Universidad Espíritu Santo (UEES) en la carrera de Arquitectura. Tiene una beca del 25 % gracias a convenios del colegio donde se graduó, pero también trabaja en un estudio arquitectónico por el sueldo básico. “Yo sí me veo en la necesidad de llevar algún tipo de ingreso por los costos de materiales en mi carrera”, comenta.

El pueblo tiene oportunidad de ir a la universidad, pero no cumplen el rigor académico

Homero Ramírez
​Sociólogo

Ellos tienen la oportunidad de estudiar en una universidad privada, pero no podrían sin ese apoyo extra. Luego hay casos anecdóticos como el de Juan Carlos Yturralde, de 21 años, que dejó de ir a la universidad por la pandemia y encontró en su pasatiempo una fuente de ingresos: es streamer. Al tener mucho tiempo libre en el encierro, le surgió una idea mientras veía transmisiones de streamers.

“Me dije: Yo juego videojuegos, yo también tengo mis momentos graciosos que la gente puede disfrutar, ¿por qué no puedo hacerlo yo?”. Comenzó a tener más vistas en agosto y a ganar dinero. Era una suma pequeña de 300 dólares, pero le hizo ilusión y pensó en hacer mejor contenido para obtener más vistas e ingresos. Actualmente ha pausado su actividad para ahorrar e invertir en equipos y juegos.

En la otra orilla están los jóvenes cuyos padres se encargan completamente de los gastos universitarios. Miguel Naranjo de 18 años y José Luis Villegas de 19 años, ambos en la carrera de Medicina, carecen de beca y empleo. Miguel dice que sus padres no necesitan que trabaje, pero sí planea buscar empleo cuando esté en semestres superiores. José Luis comenta: “Yo no siento la necesidad de ayudar a mis padres económicamente, porque ellos sí se sostienen. Ambos padres míos son doctores”.

Su posición les ha permitido buscar la universidad que más les convenga y el estudio como única preocupación.

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En los escalones socioeconómicos más bajos, la educación superior suena más como una oportunidad entre un millón, que como una opción práctica. Ese es el caso de Irene Tomalá, de 23 años, quien estudia Psicología en la Universidad de Guayaquil y cursa el sexto semestre.

Los padres de Irene al día obtienen $ 8, porque su padre es ebanista y su madre vende hielo y helados. Una universidad privada era un imposible. “Yo quise ser alguien en la vida, para así poder ayudar a mis padres. Somos de bajos recursos, la verdad, y ellos hacían lo que podían para poder comprarme los útiles”, cuenta la joven, consciente de que las posibilidades económicas condicionan las oportunidades, pero no son el único factor. El desempeño académico y el esfuerzo pueden ser tan determinantes como tener recursos.