Cúmulos estelares brillantes, nebulosas, galaxias e incluso enanas marrones, estrellas de baja masa, son algunos de los astros que constan en los catálogos estelares del mundo.

Desde 1603, los estudiosos han ido sumando a su lista cuerpos celestes, entre ellos los astrónomos ecuatorianos, que empezaron a analizar los cielos en 1873, cuando se construyó el primer observatorio de la urbe.

Pero el Observatorio Astronómico de Quito (OAQ) no solo se dedicó a los cielos, sino que en él se desarrollaron estudios sismológicos y meteorológicos que dieron la pauta para la posterior creación de entidades como el Instituto Nacional de Meteorología e Hidrología (Inamhi) y el Instituto Geofísico de la Escuela Politécnica Nacional.

Así lo explica Ericsson López, director del OAQ, entidad que esta semana cumplió 150 años de existencia.

“El Observatorio fue el centro de la ciencia en su época. Aquí se instalaron los equipos de punta de entonces para medir temblores, estudiar los cambios climáticos en el área de influencia del observatorio, estudiar los volcanes y más”, señaló.

Durante la sesión solemne que celebró este hito, López se refirió a la historia del lugar, ubicado en el parque La Alameda, y a sus contribuciones al avance de la ciencia.

A estos logros, el titular también mencionó las épocas más oscuras del lugar, cuando quedó a la deriva por falta de atención.

“Pasó por varias entidades administradoras, y durante varios períodos padeció la falta de fondos, la falta de profesionales y un abandono general de sus instalaciones”, señaló.

De ese período quedan vestigios visibles, como el monumento que conmemoraba la Segunda Misión Geodésica Francesa en Ecuador, cuyo texto escrito sobre el monolito tuvo que ser reemplazado por una placa de vidrio, pues los residentes que ocuparon el lugar en sus años de desamparo la usaron como piedra de lavar.

En 1996, la Escuela Politécnica Nacional asumió la dirección del espacio, y sumó a las diversas disciplinas y actividades del observatorio, un museo que pudiera narrar la historia del lugar y graficar los avances científicos alcanzados en las distintas ramas que ahí se estudian.

En promedio, cerca de trescientos estudiantes visitan el OAQ al mes, adentrándose en las habitaciones donde se conservan las enormes máquinas de sismología, los implementos meteorológicos de inicio del siglo XX, y el Círculo Meridiano, uno de los enormes telescopios del lugar, que cayó en desuso.

Para López, el aniversario no es solo uno que debe conmemorarse con solemnes discursos, sino con acciones, por lo que el lugar ofrece una serie de actividades, entre las que constan visitas guiadas y talleres para niños y adolescentes.

“Nuestra meta es que se continúe difundiendo el trabajo que hacemos y que el público venga y nos conozca. Para ello, estamos en constante actividad, y siempre sumamos novedosas propuestas para público joven y para los profesionales”, dijo.

Una de las más cotizadas es el observatorio nocturno, una visita que se lleva a cabo en las noches y que permite a los visitantes avistar planetas y estrellas desde el telescopio Merz, ubicado en la cúpula del observatorio.

Construido en 1875 por Jacob Merz de Múnich, este ofrece precisión y claridad de la estrella que está siendo observada, permitiendo además fotografiarla. A él se accede a través de una empinada escalera en forma de caracol. El espacio puede girar, lo que permite que el cielo se observe desde diversos ángulos.

La actividad solo se lleva a cabo durante los meses de verano. “Hay un gran interés por parte de los quiteños. Es la propuesta que más inscripciones tiene”, detalló López.