Un pulmón disfuncional

"Ni siquiera el parque Samanes, que por su extensión podría haberse convertido en un verdadero pulmón para la urbe, tan promocionado por el régimen correísta como “ecológico”, cuenta con suficiente arborización"

La guerra entre el gris y el verdor la sigue ganando el cemento, que se impone por todo Guayaquil y sus alrededores. Y aunque la Municipalidad pregone que la ciudad cumple e incluso supera el índice verde urbano sugerido por la Organización Mundial de la Salud, la población continúa quejándose de la falta de sombra en las calles y de la escasez de parques públicos, con el agravante de que los pocos que existen casi no tienen árboles. Ni siquiera el parque Samanes, que por su extensión podría haberse convertido en un verdadero pulmón para la urbe, y que fue tan promocionado por el régimen correísta como “ecológico”, cuenta con suficiente arborización, pese a que han transcurrido más de diez años de su inauguración y a la millonaria inversión que se hizo. La temperatura de Guayaquil, que llega a superar los 30 grados centígrados en la temporada de más calor, así como las medidas de bioseguridad que deben seguirse observando debido al peligro de contagio por coronavirus, hacen que se vuelva imperativo el contar con espacios al aire libre donde la comunidad pueda practicar deportes y actividades culturales y de esparcimiento; áreas verdes de gran tamaño.

La siembra de árboles en el parque Samanes es una prioridad que la autoridad competente debe asumir y ejecutar sin demora.