Política Nacional de Medicamentos
Un viejo mal no puede combatirse con las antiguas recetas. Conviene mirar las experiencias exitosas
Conviene empezar el presente editorial haciendo notar que comprar medicamentos no es como comprar caramelos. Requiere una determinada experticia, provista por la experiencia o la asesoría de los organismos internacionales de salud y, además, un profundo conocimiento de la cultura general de la población al respecto, de manera particular la de la cultura popular. De otro modo ocurren graves distorsiones, donde la corrupción no es la única visible. Adquirir antibióticos sin receta y consumir las dosis al gusto está generando una enorme dificultad: la resistencia microbiana, que hace cada vez más complicados los tratamientos. En cuanto a corrupción, es necesario hacer control cruzado: del Gobierno, de las instituciones académicas y los profesionales que gradúan, de las industrias que los fabrican y de quienes los venden y, sobre todo: control social, control por parte de los ciudadanos que, en las escasas oportunidades en que los reciben, han sido adquiridos a punto de expirar, falsificados o con sobreprecios. Por lo mismo, una política nacional de medicamentos debe ser producto de un amplio consenso en el que prevalezcan los intereses de la salud pública sobre cualquier otro, garantizando abastecimiento oportuno, calidad comprobada y precio sin recargo por corrupción.