La peor papeleta

No hay sueldo que pague el desgaste del ejercicio de la política por cuatro años. Eso conduce a que en la función pública y en las papeletas electorales, se metan nombres con historial abierto en la Contraloría y la Fiscalía’.

Susto o muerte, ¿qué prefiere la ciudadanía? Como si fuera el mítico juego infantil de Halloween, entre dos opciones terroríficas, las elecciones en Guayaquil empiezan a enfocar sus candidaturas y hay ya postulaciones que dan a elegir entre quienes tienen decenas de informes de Contraloría estancados y quienes, además de investigaciones fiscales abiertas, no dejan más que un legado de árboles cortados en una ciudad gris sin plan de futuro.

La desdicha del ciudadano no es nueva. El sistema electoral está configurado de tal forma que no filtra ni por cantidad ni por calidad ni por historial. Esa consecuencia del ‘todo cabe’ ha llevado a la política, a la función pública, a un desolado resultado. Cada vez cuesta más encontrar a ecuatorianos comprometidos con el país, con buenas intenciones, honestos, determinados y con planes de futuro que estén dispuestos a manchar su nombre por unos años de ejercicio en los que nada garantiza que las corruptelas intrínsecas al poder no desvanezcan sus buenas intenciones y las transformen en más de lo mismo. No hay sueldo que pague eso.

La pésima calidad de los nombres que van a la papeleta es síntoma y enfermedad del estado de descomposición institucional.