Editoriales

Los otros negocios

Mientras políticos o asambleístas puedan tener participación en negocios privados, por falta de control, a la vez que ocupan cargos de relevancia pública y con capacidad de influencia, el país no se levantará’.

Bajo el paraguas del conflicto de interés, se limitaron los negocios que pueden tener, de forma paralela, ciertas actividades. El control siempre fue estricto a la hora de verificar si se cumplía la restricción, sobre todo, cuando se trataba de voces o actores que no alimentaban la adulación al poder. Ese radar que, en papeles, buscaba garantizar que no existan favoritismo, tráfico de influencias o abusos, no estaba tan afinado para todos.

No existió y no existe tanta rigurosidad o minuciosidad al detectar la participación de políticos o asambleístas en otros negocios. Y ellos sí que tienen capacidad de influir y, en consecuencia, posible conflicto de interés. Aun así, los vemos como accionistas o partícipes en consorcios. Los vemos como contratistas o excontratistas de proyectos muy millonarios del Estado.

Lo peor es cuando no los vemos. Es decir, cuando mantienen este tipo de fuentes de ingresos que son incompatibles o inmorales con sus cargos actuales y lo hacen en la sombra. Por la izquierda. Condicionando decisiones nada inocentes como si estuvieran justificadas por el interés general pero que solo responden a su propio beneficio. Mientras seamos permisivos y veamos zonas grises donde hay verdaderas líneas rojas, el país seguirá esquilmado.