Editoriales

¿Se hicieron humo los informes?

Si la Fiscalía no quiere correr la misma suerte, es hora de que la fiscal general dé el impulso requerido para ponerse manos a la obra y sancionar a los corruptos

Las argucias de la corrupción son inagotables y recurrir a acciones de terrorismo cuando de cubrir los rastros y lograr la impunidad se trata consta en el libreto. Quienes concibieron y llevaron a cabo el asalto y posterior incendio del edificio de la Contraloría tenían claros sus objetivos y contaban, además, con una justicia lerda que los solapara “por defecto” evidenciando su incapacidad para investigar, procesar y condenar.

¿Es cierto que se quemaron archivos no digitalizados, sin respaldo, con indicios de responsabilidad penal? Ello, de por sí, es muestra de negligencia culposa por parte de quienes tenían a su cargo la custodia de información sensible; pero es encubrimiento y obstrucción de la justicia el no dar respuestas inequívocas a lo que ocurrió con los archivos que se afirma estaban respaldados y, más aún, con aquellos que ya estaban en manos de la Fiscalía.

La Contraloría, otrora un ente respetable, sufrió en su reputación un flagelo de similar magnitud al que la envolvió en 2019. Si la Fiscalía no quiere correr la misma suerte, es hora de que la fiscal general dé el impulso requerido para ponerse manos a la obra y sancionar a los corruptos.