Guayaquil sin pasado y sin futuro

Guayaquil está necesitando un accionar vinculado a la moderna planificación: incluyendo a los presuntos beneficiarios

Es triste. Duele escribirlo. Sin embargo, por amor a Guayaquil, es urgente reseñarlo, que de evidenciarlo se encarga la querida ciudad.

En el pasado entre los incendios y las pestes y también los piratas, que parecen haber dejado mucha descendencia, se fue el pasado colonial.

Lo que ahora constituye patrimonio es herencia de un poco más de un siglo. No tenemos recuerdos de 450 años, como sí los tiene Quito.

Por eso, entre los fines de la M. I. (Muy Ilustre significaba) Municipalidad, debería constar una partida presupuestaria destinada a ese propósito: la defensa de lo poco que de un pretérito hermoso, de rica y orgullosa urbe agrícola y comercial, va quedando.

Pero si lo expuesto es lamentable, grave es también que no se garantice un futuro. No se posee, que se sepa, una planificación que regule el crecimiento urbano y el cúmulo de necesidades que involucra; por eso las obras que en gran desorden se ejecutan, tampoco obedecen a criterios de sosteniblidad y más grave aún, no son inclusivas.

Parece que la moderna planificación urbana, participativa, equitativa, no ha llegado al viejo Palacio Municipal, que también es otra joya arquitectónica a mantener.