Editorial | Vías destruidas, país detenido
Las carreteras del país son hoy un símbolo de abandono. Ni el Gobierno central ni las prefecturas cumplen con su tarea
Tres meses después de que terminó el invierno, el panorama vial del Ecuador refleja el abandono estatal. Las troncales que cruzan el país de norte a sur siguen destruidas, sin un plan claro de reparación por parte del Gobierno central. Pero tampoco las prefecturas muestran iniciativa para recuperar las redes secundarias ni los caminos vecinales, que continúan en ruinas.
El resultado es un país que se paraliza en lo más elemental: la movilidad. Conductores que deben invertir horas sorteando baches; productores agrícolas que no logran sacar sus cosechas a tiempo hacia los mercados; transportistas que enfrentan sobrecostos en combustible y repuestos. En estas condiciones, hablar de desarrollo suena a burla, y pretender combatir la inseguridad, a imposible: ni la Policía puede desplazarse con normalidad.
La conectividad vial es la columna vertebral del país. Sin ella no hay comercio, no hay seguridad, no hay movilidad ciudadana. Ni el Gobierno central ni los gobiernos locales podrán garantizar circulación si no actúan ahora con obras de fondo. Los puentes emergentes en las troncales simbolizan la precariedad y basta mirar las carreteras secundarias para constatar un abandono que avergüenza. ¿Hasta cuándo la indolencia oficial seguirá condenando al Ecuador a caminos rotos y a un desarrollo truncado?