Editorial | Revelación de secretos
Debemos exigir que conductas indebidas y dolosas sean investigadas y condenadas
Hace pocos días empezó un proceso penal inédito en España desde que regresó a la democracia, hace casi cincuenta años. Resulta que el imputado es nada menos que el fiscal general del Estado, quien está siendo juzgado por haber, según la acusación, revelado a la prensa secretos de una investigación fiscal, en perjuicio de la pareja de la presidenta de la Comunidad de Madrid, del partido político opositor al del Gobierno. Si el Tribunal Supremo llegase a confirmar la veracidad los cargos formulados, quedaría herida de muerte la confianza en la Fiscalía, debilitando aún más la ya hoy frágil institucionalidad española.
Que un funcionario de altísimo nivel llegue a permitirse quebrantar la reserva a la que por ley está obligado, filtrando información para que la prensa la divulgue; y peor, que ese grave delito lo cometa por malquerencias políticas, es algo que, de comprobarse, de ninguna manera pudiera quedar impune.
Tendremos entonces que estar muy atentos al desenlace, no solo por tratarse de un asunto de interés general en el mundo, sino porque debemos exigir que esa clase de conductas indebidas y dolosas también sean investigadas y condenadas entre nosotros, pues ya se está haciendo moneda corriente que aquí se produzcan, en medio, hasta ahora, de la más condenable impunidad.